El PSOE trata de conjurarse contra la sensación de victoria que arrojan la mayoría de los sondeos electorales y que empieza a instalarse en el imaginario colectivo. Los socialistas temen que los resultados al alza que pronostican estos estudios acaben por tener un efecto contraproducente y que el triunfalismo desmovilice a los votantes progresistas, que podrían sentirse ahora menos atemorizados por la suma de las tres derechas que hace un mes. Es decir, les preocupa que se diluya el miedo a la imagen de la plaza de Colón, que sus votantes den por seguro que PP, Ciudadanos y Vox no alcanzarán mayoría para gobernar.

El partido de Pedro Sánchez es consciente de que necesita, por lo menos, un 70% de participación para cosechar un resultado incontestable el próximo 28 de abril. Por debajo de ese porcentaje, Sánchez lo tendría muy complicado para alcanzar un número de escaños suficiente que le permita repetir en la Moncloa, con unos aliados u otros. Sin embargo, la participación es uno de los índices más difíciles de calcular, máxime en unos comicios en los que la campaña va a resultar decisiva y en una tendencia del electorado a postergar cada vez más su voto. La mayoría de los responsables de estudios demoscópicos estiman la participación en una horquilla entre el 70% y el 75%, cinco puntos en los que Sánchez puede pasar de la presidencia a la oposición.

En todo caso, de confirmarse sería una movilización elevada. España no rebasa la frontera del 70% desde el 2008. En el 2011 fue del 68,9%, en el 2015 llegó al 69,7%, pero en la repetición del 2016 cayó al 66,5%. Ningunas legislativas de las últimas décadas ha logrado superar la barrera mágica del 80% en 1982, con Felipe González.

TARDANZA EN LA DECISIÓN

La sociología electoral ha analizado que tras el bipartidismo los votantes deciden cada vez más durante la campaña. Y lo que mayoritariamente dejan abierto hasta última hora no es tanto a qué partido eligen, sino si van a la urna o se abstienen.

El temor del PSOE a que una victoria anticipada sea la antesala de un fracaso de expectativas lleva a una paradoja: aunque las propias encuestas internas son especialmente optimistas con el resultado de Sánchez, los socialistas tratan ahora de frenar la sensación de triunfo y ven en las encuestas próximas a la derecha el intento justo contrario.

Con el mapa sobre la mesa del equipo de campaña, el PSOE ha decidido apostar claramente por dos territorios que considera clave para activar la movilización: Andalucía y la Comunidad Valenciana. Sánchez abrirá la campaña en Dos Hermanas (Sevilla) el 12 de abril. Los estudios postelectorales del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de las elecciones andaluzas pusieron sobre alerta a los socialistas de que una parte de sus simpatizantes no fue a votar a Susana Díaz y, sin embargo, manifestaban que sí respaldarían a Sánchez el 28-A. El candidato socialista cerrará la campaña en València, con el 'president', Ximo Puig, que ha adelantado los comicios autonómicos para hacerlos coincidir con las generales y tratar de beneficiarse de la ansiada movilización. En la Comunidad Valenciana los estudios apuntaban que los socialistas no se iban a beneficiar electoralmente tanto como en otros territorios del efecto arrastre del Gobierno de Sánchez, hecho que habría sido decisivo para hacer coincidir las autonómicas con las legislativas.

La duda está en cuánto se implicarán los aparatos territoriales del PSOE en la campaña tras las tensiones por la elaboración de las listas electorales. En la dirección socialista temen que Andalucía y Aragón, que han protagonizado el pulso contra las decisiones de Sánchez, trabajen desapasionadamente en la inminente campaña.