El PSOE pone pie en pared. Después de asistir a un pleno de investidura sacudido por una bronca agitada por la derecha para tratar de ensombrecer la formación de Gobierno, los socialistas se revuelven y utilizan esos ataques para moldear la identidad del nuevo Ejecutivo en las antípodas de esa política abrupta. Los socialistas subrayaron esos dos bloques: reaccionarios frente a progresistas, una polarización que alimenta probablemente a ambos extremos, pero que actúa como atajo para facilitar los sentimientos de pertenencia de electorado a un proyecto o su opuesto.

Esta estrategia tiene visos de ser eje de la legislatura en los espacios públicos. Está por ver si en las reuniones de trabajo sin focos el choque tiene la misma intensidad, porque el PSOE necesita dialogar con todos los actores, incluido el PP, para sacar adelante proyectos que requieren consensos amplios y los conservadores necesitan demostrar, también, que son útiles en los grandes asuntos de Estado.

Con este contexto, Pedro Sánchez subió a la tribuna del Congreso para denunciar la «campaña de acoso, insulto y amenazas» orquestada desde las bancadas del PP, Vox y Ciudadanos augurando el desastre. «La coalición progresista es el mejor antídoto contra la coalición del apocalipsis», defendió.

«Les propongo humildemente que, frente al insulto, la mesura; frente al acoso, la templanza», sugirió Sánchez. «Dejemos el rencor a quienes han perdido las elecciones. Dejemos a la coalición del apocalipsis con su rencor, con su España en blanco y negro», planteó, tras censurar a Pablo Casado por abandonar el centro y asumir los postulados de Vox, en una suerte de coalición ideológica.

Pedro Sánchez llamó a abrir una nueva etapa de esperanza y diálogo, en la que los catalanes y todos los españoles puedan vivir en la «concordia». Fue la última intervención del candidato a presidente antes de la votación definitiva, mañana.

Le precedió la portavoz socialista, Adriana Lastra, que agradeció al portavoz de ERC, Gabriel Rufián, su «valentía y compromiso» por atreverse a tejer un pacto con el PSOE en un contexto especialmente hostil en Cataluña, donde la posconvergencia acusa a los republicanos de traición. Cargó las tintas contra la derecha, a quien acusó de «amenazar de forma implícita y hasta explícita con un golpe de Estado». No puso nombres ni hizo mención a la controvertida resolución de la Junta Electoral Central, pero dejó el mensaje.

Y repartió estopa. Al PP le reprochó sus bandazos ideológicos para «acabar donde empezaron hace 40 años». «Su único proyecto es devolver España al pasado», resumió. A Vox le afeó sus políticas ultras y auguró que terminará «en el vertedero de la historia». A Cs le recordó que peor que pasar a la oposición es pasar a la irrelevancia.