Pedro Sánchez sube hoy a la tribuna del Congreso de los Diputados para defender su investidura en un esprint agónico, con nuevos obstáculos en cada metro y un final incierto. Aunque el candidato consiguió cerrar los acuerdos con los partidos minoritarios este viernes, casi en tiempo de descuento, el anuncio de ERC, que repensará si se abstiene tras conocer la resolución de la Junta Electoral Central (JEC), que inhabilita a Quim Torra y le deja sin su acta de diputado electo en el Parlament y a Oriol Junqueras sin acta de eurodiputado, dispararon el nerviosismo en la Moncloa.

El PSOE, que por la mañana salió a explicar que la consulta pactada con los republicanos no es un referéndum de independencia para frenar la oleada de críticas de la derecha, por la noche corrió para intentar apagar el incendio ocasionado por la decisión de los jueces en el que los de Oriol Junqueras temen quedar abrasados.

Los socialistas marcaron distancias con la JEC, para que nadie identifique su resolución con la posición del Gobierno. «Tenemos serias dudas de que la JEC sea competente para adoptar estos acuerdos, como han defendido 6 de sus 13 miembros. No es un órgano jurisdiccional, sino administrativo. No es un tribunal. Esperamos que el Tribunal Supremo responda cuanto antes», señaló la portavoz socialista, Adriana Lastra, en un claro mensaje para aplacar los ánimos en ERC, que iba a reunir de nuevo a su ejecutiva para valorar las «consecuencias en el calendario político inmediato».

‘MINUTO 93’/ El jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo, había augurado que la investidura llegaría en el «minuto 93», en un contexto complicado. Y su predicción se cumple. El candidato llega al pleno de investidura con la satisfacción de lograr la reelección ensombrecida por el vértigo de las últimas horas, y en la mirada larga, por el reto de presidir un país tan sacudido que parece otro.

Ese nuevo horizonte centrará su discurso, con un alegato en el que defenderá el «diálogo» y el «entendimiento» para reconciliar a una España «unida y diversa» frente a un hemiciclo tan fragmentado como la sociedad que lo ha elegido, que parece haber dinamitado sus consensos fundamentales. Entre quienes agitan el augurio de la soberanía rota y quienes se aferran al mito de que España es irreformable para defender la independencia, Sánchez tratará de postularse como el adalid del progreso y la justicia social.

LAS CRÍTICAS / El presidente terminó de preparar su discurso en la Moncloa ayer, con un ruido de fondo ensordecedor. Partido Popular, Ciudadanos y Vox pusieron en marcha todos sus altavoces para criticar el pacto con ERC. La cascada de acusaciones fue tal que, tras la reunión de la Ejecutiva Federal del PSOE en Ferraz, los socialistas salieron a explicar que la derecha tergiversa el acuerdo. A saber: la consulta que menciona el acuerdo no es un referéndum de autodeterminación, sino una vía que hay que encontrar para implicar a la mayoría de los catalanes en la salida a la crisis política. «No estamos a favor de la autodeterminación pero no quiere decir que no podamos llegar a un punto (…) que defienda la convivencia en nuestro país», resumió el secretario de Organización, José Luis Ábalos.

El PSOE considera que el Gobierno está obligado políticamente y moralmente a impulsar una solución mediante el entendimiento, aunque los puntos de partida parezcan irreconciliables. Con esa idea de fondo, Sánchez defenderá en su discurso la libertad, la cohesión, el diálogo territorial, la justicia social y la defensa de los servicios públicos, adelantan fuentes socialistas. Desgranará su programa y el eje sobre el que, previsiblemente, pivotará el debate: el diálogo de una España «unida y diversa».

DEBATE DURO / Los colaboradores de Sánchez prevén que el pleno de investidura sea arduo en lo dialéctico y cruzan los dedos para que ERC mantenga su abstención. Es verdad que ayer, el PSOE consiguió el plácet de los partidos minoritarios que necesita para salvar la investidura. Nueva Canarias, Compromís y Teruel Existe firmaron a mediodía. El BNG confirmó por la tarde que da su apoyo. Y los últimos, Coalición Canaria, se hicieron esperar.

El contador está tan ajustado que un error mínimo en la segunda votación, el martes 7 de enero, conduciría la investidura al fracaso. Desde la Moncloa se confía en que no haya patinazos y mira el reloj, que parece sin embargo moverse más lento que nunca.