En los cuarteles generales de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias aún se intenta digerir lo ocurrido este jueves en el Congreso. El fracaso de la investidura del líder del PSOE y la exhibición, otra más, de la incapacidad de la izquierda española para entenderse. Todos dan vuelta a lo ocurrido. A los detalles. En Ferraz se admite ahora que sus sospechas de falta de voluntad en el otro lado se acrecentaron cuando se confirmó a Pablo Echenique, secretario de Acción Política, como principal negociador. «Podrían haber puesto a alguien más dialogante y conciliador, pero no. A Echenique. Aquello no anticipaba nada bueno», continúan fuentes socialistas. Los morados coinciden en cuestionar el perfil de su principal interlocutora, Carmen Calvo, que para ellos no fue escogida para buscar precisamente entendimiento.

COMPETENCIAS DE IGUALDAD / A partir de ahí, suma y sigue de reproches. De cuentas pendientes. De efectos colaterales. De platos rotos. De disgustos y enfados en cadena. El malestar sube decibelios cuando salen a colación los detalles en torno a la negociación de las competencias sobre Igualdad, un tesoro para el progresismo que, hasta ahora, ha gestionado la propia Calvo en el gobierno de Sánchez. Según los socialistas fue ese momento negociador, el pasado miércoles, a 24 horas del intento de investidura, en el que el Ejecutivo en funciones asumió que las conversaciones con los morados no daban para más.

En Podemos llevaban semanas reclamando esas políticas. Los socialistas se resistían tanto como podían. Es una de las materias de las que más han hecho bandera. Son la formación más votada por las mujeres. Al final, sin embargo, la ofrecieron, porque el partido de Iglesias había dado a entender, dicen, que si el PSOE cedía aquí, el acuerdo sería posible. ¿Pero a quién le ofrecieron esa competencia? A Alberto Garzón, líder de IU. Ese es una clave para entender lo que se está cociendo en estas horas incluso dentro de Unidas Podemos.

LA LLAMADA PERDIDA / El PSOE llamó a Echenique primero para comunicarle la noticia. Echenique no cogió el teléfono. Los socialistas optaron entonces por abrir otra vía de contacto: la ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, que colaboraba con Calvo en el equipo que trataba de atar una investidura, telefoneó a Garzón. El hecho de que, de pronto, el jefe de IU estuviera en el seno de la negociación al mismo nivel que el equipo formado por Echenique e Ione Belarra, portavoz adjunta de los morados en el Congreso y que se le confirmara a él y no a otros que se cedía Igualdad no gustó.

Tampoco agradó que en el comunicado del jueves en el que IU anunciaba por separado que se abstendría, su jefe de filas subrayara que seguiría intentado mediar entre el PSOE y los morados. Además, las diferencias de criterio entre Garzón y su socio Iglesias en el modo de abordar el acercamiento al PSOE ha quedado más que de manifiesto.

Eso, en cuanto a la forma. En lo que atañe al fondo, el entorno de Iglesias insiste en que les cedían el ministerio de Igualdad, pero vacío de competencias. «La oferta final de los socialistas solo implicaba un 5% de presupuesto total y el 3% del personal de todos los ministerios», argumentan.

Desde el PSOE, evidentemente, este capítulo evoca conclusiones diferentes. Dicen que cuando finalmente Pedro Sánchez aprobó deshacerse de una de sus joyas de la corona, Podemos dijo que eso no bastaba y volvió a pedir Trabajo, que siempre fue su gran caballo de batalla. Pero el presidente en funciones no pensaba entregar ese ministerio en ningún caso. En ninguno. Porque considera que Unidas Podemos sería incapaz de liderar el diálogo social debido a su falta de interlocución con la CEOE.