La frase, con distintas variantes, lleva días extendiéndose entre los dirigentes del PSOE. «Al final, vamos a necesitar cuatro elecciones generales en cuatro años para arreglar esto», dicen. ‘Esto’ es la gobernabilidad de España, sometida desde el 2015 a constantes sobresaltos. Ahora, a poco más de dos semanas del debate de investidura, con Pedro Sánchez rechazando la coalición de Gobierno que reclama Pablo Iglesias y este descartando apoyar al socialista si no gobiernan mano a mano, el país parece caminar hacia un nuevo episodio de este ciclo: otros comicios, que se celebrarían el 10 de noviembre, tres meses y medio después de la segunda votación sobre la investidura del líder socialista, el próximo 25 de julio. En Unidas Podemos desdeñan esa posibilidad de repetición electoral porque creen que Sánchez no se arriesgará a que las derechas le arrebaten la presidencia y, desde esa tesis, confían en arrancar ministerios en el último suspiro.

Si el jefe podemista deja caer a Sánchez en la investidura de julio, el socialista podría volver a intentarlo en septiembre. Pero la impresión en el PSOE es que si Iglesias no cede, dejando atrás la exigencia de que él y/o miembros de su núcleo duro formen parte del Consejo de Ministros, habrá unas elecciones que nadie dice querer. Y los socialistas no son muy optimistas sobre las posibilidades de que el secretario general de Podemos aparque sus reivindicaciones. Consideran que está «atrapado» por su discurso y su situación interna. Aún así, subrayan que con un dirigente tan «imprevisible» como Iglesias, «pueden pasar muchas cosas».

Lo que no resulta probable que ocurra, explican varios colaboradores del presidente en funciones, es una ampliación de la oferta al líder morado en la reunión que mantendrán el próximo martes en el Congreso. En una inusual entrevista el jueves, después de llevar más de dos meses sin conceder ninguna, Sánchez fue rotundo. «No necesitamos dos Gobiernos, sino uno coherente», dijo en Tele 5, donde rechazó la coalición, entre otros motivos, por la posición de los morados sobre Catalunya. Allí, subrayó, defienden el derecho de autodeterminación”. A su propuesta de que Podemos ocupe en el futuro Ejecutivo puestos intermedios, como secretarías de Estado y empresas públicas, añadió otra que ya lanzaron semanas atrás sus colaboradores y que Iglesias rechaza: la posibilidad de incorporar a independientes cercanos a Podemos como ministros.

En la dirección del PSOE ven a su secretario general «obstinado» en el rechazo a la coalición. Sánchez considera que ya ha cedido suficiente, al aparcar su empeño de un Ejecutivo monocolor, y que ahora es Iglesias quien tiene que moverse más. Desde las generales hasta aquí, consideran los socialistas, el presidente se ha cargado de razones ante la posibilidad de una repetición electoral: acusando a Podemos de impedir el acuerdo, denunciando el «bloqueo» del PP y Cs y subrayando que él no quiere «depender de las fuerzas independentistas».

Los socialistas argumentan que no desean unos nuevos comicios, pero, llegado el caso, anticipan que su situación sería más favorable tras una nueva visita a las urnas. Dan por hecho que mejorarían sus 123 diputados (el último barómetro del CIS les otorga una intención directa de voto del 39,5%), que Podemos seguiría siendo determinante pero caería lo suficiente para que dejase atrás su exigencia de coalición y que Cs, al mismo tiempo, podría abstenerse.

Iglesias cree que Sánchez no se expondrá a nuevas elecciones y se siente obligado a exigir hasta el final su puesto en el Consejo de Ministros para fortalecer a su partido con triunfos propios. En el 2016, semanas después de postularse como vicepresidente, renunció a la petición, según dijo, para no dinamitar las posibilidades de una coalición. «Si el problema del PSOE es mi presencia, renuncio a estar en ese Gobierno para que haya un Gobierno de coalición», reculó entonces. Le resultó fácil. Tenía ya sobre la mesa las encuestas que auguraban el ‘sorpasso’ de Podemos al PSOE y propició la repetición electoral. Ahora, la renuncia es dura porque es real y porque el escenario de una repetición enfrentaría a los morados, seguramente, con la amenaza de la catástrofe en las urnas.