La campaña de las generales arranca con una pugna entre PSOE y Unidas Podemos por los electores progresistas indecisos, aquellos que se debaten entre ambas formaciones y que, incluso, podrían engordar la abstención el 10 de noviembre, hastiados por el bloqueo político. Pedro Sánchez buscó este viernes salir del atolladero en el que Pablo Iglesias trataba de encajonarle, acusándolo de querer pactar una gran coalición con Pablo Casado, un señalamiento que comenzaba a dejar a los socialistas sin oxígeno para llamar a los votantes de izquierdas. Decidido a tomar las riendas de una contienda que se le complica, según la mayoría de sondeos, desmintió que esa alianza esté en sus planes. "Señor Iglesias, ningún problema, ningún temor, no va a haber gran coalición", comprometió. Y dobló el órdago. Le retó a responder si volverá a "bloquear" un gobierno progresista. Iglesias le respondió que no se fía y condicionó su apoyo en la investidura a compartir el poder en la Moncloa.

"Escucho decir al señor Iglesias que tenemos que impedir la gran coalición entre el PP y el PSOE a partir del 10 de noviembre. Le voy a lanzar a él y a todos los votantes progresistas de España un compromiso, y sabéis que yo cuando digo las cosas las cumplo: nosotros no vamos a hacer ninguna coalición con el PP. Ninguna. Ese es el compromiso del PSOE. No vamos a pactar un gobierno con un partido político que ha pactado con la ultraderecha", prometió Sánchez desde Vitoria.

Hacía referencia a una coalición, es decir un Ejecutivo con ministros socialistas y populares, pero no desterró la posibilidad de que, tras las elecciones, haya una alianza puntual con Casado, que incluya el respaldo de los conservadores para salvar la investidura a cambio de ciertas cesiones en algunas materias. De hecho, Sánchez ha reclamado hasta ahora al líder de los populares una abstención. Esa posibilidad, la de un pacto de investidura y no una coalición, sigue siendo factible según altos cargos del Gobierno y dirigentes socialistas, siempre que Sánchez logre mantener una amplia distancia con el PP el 10-N. Consicente de ello, Iglesias le agradeció que descarte la gran coalición, pero subrayó que no ha desmentido un pacto de desbloqueo con el PP. "No ha aclarado lo de la investidura pero ha dicho que él no quiere gobernar con el PP. Yo en política me fío hasta donde me fío", recriminó, desde un acto en Palma.

Sánchez buscó arrinconar a Iglesias en la esquina más débil para los morados y le reclamó que responda a otra cuestión clave. "Yo respondo claramente a su pregunta: no habrá coalición con el PP. Responda usted a la mía: ¿va a volver a bloquear la formación de un gobierno si está liderado por el PSOE por quinta vez o no? Los votantes progresistas se merecen tener una respuesta clara por parte de Unidas Podemos", reivindicó. "A esos millones [de votantes] les digo: nosotros no vamos a regalar su voto, su voto es un mandato sagrado para estar en el Gobierno cambiando las cosas en este país", respondió Iglesias. Es decir, coalición de izquierdas o nada.

Los socialistas no ocultan el pulso que mantienen con Unidas Podemos. Han constatado que los de Iglesias demuestran una resiliencia significativa en las encuestas y han llegado a la conclusión de el suelo de los morados está en una horquilla entre los 30-40 escaños. "Hemos tocado hueso", reconocen altos cargos gubernamentales.

La fórmula para penetrar en ese electorado duro es que se imponga el voto pragmático (Sánchez sigue siendo el único líder con posibilidades reales de ser presidente) y mostrar empatía hacia quienes están hastiados por el bloqueo, dos millones de indecisos progresistas. A ellos se dirige el candidato socialista desde hace días. Este viernes, también: "Os pido un esfuerzo más. Sé que tenéis amigos, compañeros de trabajo, familiares que dudan si votar o no y a quién. El principal problema político que tiene nuestro país se llama bloqueo y si queremos no volver a ser llamados en cuatro años a votar necesitamos un Gobierno fuerte y eso solo lo puede garantizar el PSOE".