Ni Pedro Sánchez esperaba que Quim Torra renegara de la independencia ni Torra confiaba en que Sánchez abrazase el derecho de autodeterminación. La reunión que ayer mantuvieron en la Moncloa el jefe del Ejecutivo y el presidente de la Generalitat tenía otros fines. Volver a abrir un canal de comunicación, roto a raíz del referéndum del pasado octubre. Discutir sobre el principal problema que les separa, la posibilidad de la secesión de Cataluña, pero también, y sobre todo, de asuntos concretos y a corto plazo. Y emplazarse a continuar dialogando. Bajo estos prismas, el encuentro, que se prolongó durante casi dos horas y media, fue un éxito.

La escasa novedad de los acuerdos alcanzados (reactivar la comisión Estado-Generalitat y retirar los recursos del anterior Gobierno contra leyes del Parlament) fue compensada por la sensación que transmitieron ambas partes. La vicepresidenta, Carmen Calvo, argumentó que la cita había sentado «una estupenda base» para «terminar» con «siete años de desencuentro». Torra tuvo expresiones aún más redondas. Habló de «un hilo de esperanza» que inauguraba «una nueva etapa».

Todo esto no significa que el conflicto tenga visos de resolverse, porque Sánchez y Torra constataron sus profundas discrepancias en torno a la independencia de Cataluña, pero sí, al menos, que pueden coincidir en que esta es «una crisis política que requiere de una solución política» (la frase es del presidente del Gobierno) y por el camino llegar a pactos en materias como infraestructuras, transferencias y políticas sociales.

Torra tiene que hacer aquí complicados equilibrios. El clima positivo de la reunión provocó en el terreno soberanista una sacudida de dimensiones todavía por analizar. Los Comités de Defensa de la República tardaron pocos minutos en advertir al president contra la negociación bilateral y le emplazaron a dimitir si sigue por ese camino. También ERC lanzó un aviso. «Buenas palabras y buena predisposición, pero ninguna novedad más», dijo el portavoz republicano, Sergi Sabrià.

Ante el malestar que estaba provocando su actitud conciliadora, el Govern colgó a media tarde un mensaje en Twitter en el que el Torra recordaba que no renunciaba «a ninguna fórmula» para llegar a la independencia. En su entorno también se esforzaron en rebajar el optimismo inicial del president. Sus colaboradores subrayaron que Torra no había salido «eufórico» de la cita, que lo positivo era que Sánchez asumiera el «problema político», pero que estaba por ver los frutos. En cualquier caso, el tono del presidente catalán fue constructivo. En Blanquerna, la delegación de la Generalitat en Madrid, dijo haber visto a un Sánchez empático, sincero, que «tomaba notas» y ponía en práctica el «reconocimiento mutuo» de ambos proyectos políticos. Fuentes del Govern destacaron que buena parte de las más de dos horas de cita se dedicaron al debate sobre la autodeterminación, en el que Torra puso sobre la mesa distintas opciones y referentes internacionales, sin que Sánchez, continuaron estos interlocutores, concretara su modelo.

La versión del Ejecutivo es distinta. La posibilidad de un referéndum ocupó una parte muy pequeña del total de la reunión, señalaron fuentes de la Moncloa, y el líder socialista ofreció en su lugar avances en el autogobierno, recordando su propuesta de cambiar la Constitución para reconocer la plurinacionalidad del Estado.

Pero los colaboradores de Sánchez resaltaron lo positivo, justificando su optimismo con cuatro argumentos. Uno: el tiempo que duró el encuentro, casi dos horas y media. Dos: los asuntos abordados, que fueron mucho más allá de la independencia. Tres: la posibilidad de una segunda reunión en breve, probablemente en otoño, y en Barcelona, rompiendo con el protocolo, que señala que es el jefe del Ejecutivo, no el presidente autonómico, quien ejerce de anfitrión. Y cuatro, quizá lo más importante: el tono empleado y los gestos de ambas partes. Torra llegó a la cita con dos libros y una botella de licor ratafía. Sánchez, en su cuenta y en la de la Moncloa, hizo algo muy sencillo, pero insólito: tuitear en catalán. Y los dos, al terminar la reunión, pasearon más de un cuarto de hora por los jardines del palacio.

Sin obtener ninguna concreción en su propuesta esencial, la autodeterminación, Torra continuó desgranando con optimismo los contenidos del encuentro en la Moncloa, con acuerdos sectoriales como la derogación de los aspectos más lesivos de la llamada ley mordaza, la reactivación de las leyes sociales del Parlament suspendidas por el TCa instancias del Gobierno del PP (como las que abordan la pobreza energética, el cambio climático y la universalidad de la Sanidad), el impulso al Corredor Mediterráneo y la anulación de la sentencia en el juicio al president Lluís Companys. El Govern parece decidido a explorar «la nueva etapa», dijo el president, «con voluntad de mirar adelante».

«Venimos atravesando una crisis política durante mucho tiempo. Lo más importante es la normalización de las relaciones con el gobierno legal y legítimo de Cataluña», concluyó Calvo. La vicepresidenta comparó el clima actual y el que existía con Rajoy. «A otros gobiernos les han hecho dos referéndums -recordó-. Nosotros, en un mes, hemos recibido a Torra y hemos hablado dos horas y media».