Suele contar Pedro Sánchez que los referentes políticos de su juventud fueron Manuel Azaña y Willy Brandt. Del presidente de la Segunda República aprendió que la política es un «continuo tejer y destejer», porque cuando crees haber resuelto un problema hay otra veintena sobre la mesa. Del canciller alemán conoce su máxima: «Una situación se convierte en desesperada cuando empiezas a pensar que es desesperada». En esa frontera que va del tejer y destejer a la desesperación, Sánchez vuelve de sus breves vacaciones (una semana en Doñana) para afrontar una nueva ronda de negociaciones que encara desde la máxima prudencia.

Es la última oportunidad, real o escenificada, de alcanzar la investidura antes del 23 de septiembre para evitar una repetición electoral, el 10 de noviembre, que nadie dice querer aunque, ante el atrincheramiento de posiciones, cada día parece más factible. Es cierto que Sánchez parece haber tomado nota de una crítica transversal que sus potenciales aliados esgrimieron durante el debate de la investidura fallida: el desprecio, la displicencia, la altanería con la que sintieron que el PSOE había manejado las negociaciones.

AISLAR A PODEMOS / El presidente en funciones ha decidido ahora prescindir de emisarios a los que confió parte de las conversaciones (José Luis Ábalos y Adriana Lastra) y prevé sentarse él mismo a atar los votos que necesita. Si no lo logra, podrá decir en campaña que lo intentó a fondo. El primer encuentro tras las vacaciones será con el líder del PNV, Andoni Ortuzar, en Bilbao. No se verán hoy, como algunas fuentes apuntaban, aunque el PSOE dice querer fijarlo «pronto», para los próximos días, con la expectativa puesta en que el grupo vasco transite de la abstención al apoyo.

La ronda continuará con ERC y JxCat. Sánchez trata de amarrar primero los votos de las formaciones nacionalistas y deja para el final a Unidas Podemos para aislar a Pablo Iglesias. ¿Acudirá el presidente en funciones a Barcelona como visitó a Compromís en Valencia? La idea de volver a Cataluña parece muy arriesgada para un escenario en que Sánchez está determinado a avanzar con todas las cautelas. Los republicanos ya adelantaron en julio que no garantizan una nueva abstención en septiembre, pero fuentes de ERC confirman a este diario que han mantenido contacto fluido con el Gobierno tras la investidura fallida.

El contexto no ayuda. Aunque las elecciones son evitables hasta el 23-S, el clima político en Cataluña volverá a enrarecerse con la celebración del 11 de septiembre, amén de la respuesta que pueda haber a la sentencia del procés. El calendario juega en contra de Sánchez, pero también de Iglesias, que, de no haber acuerdo, se expone a una repetición con todo en contra: asume que perdería diputados y él no podría estar al frente, pues la campaña coincidiría con su baja de paternidad.

VARIAS APROXIMACIONES / Desde el Ejecutivo insisten en que Sánchez ha descartado ya el Gobierno de coalición. A partir de ahí, hay varias aproximaciones. Una parte de los socialistas dan por hecho que el presidente ya ha asumido que debe volver a las urnas y que solo persigue evidenciar que Iglesias es el culpable. Otras voces apelan al pragmatismo: opinan que Sánchez puede volver a ofrecer la vicepresidencia y los tres ministerios que Unidas Podemos dejó escapar en julio. Los menos acarician la idea de que IU haga implosionar Unidas Podemos.

Fuentes del círculo más próximo a Iglesias relatan que el fiasco en julio lo dejó desanimado: admitió a personas de confianza que había cometido un error al pensar que Sánchez aceptaría su última contraoferta, que se equivocó aunque lo hizo lo mejor que supo. Podemos defiende que sigue siendo posible la coalición, un puente de plata para el futuro político de Irene Montero y la dura asunción del declive del liderazgo de su alma máter. Otras fuentes en las filas moradas, sin embargo, pronostican que si Sánchez se enroca en gobernar en solitario, Iglesias preferirá acudir a las urnas, aunque pierda escaños, y encerrarse en la melancolía de la izquierda derrotada, replegado en la confortable nostalgia de lo que pudo haber sido.