El pasado lunes, en un primer balance de urgencia, destaqué que el gran aumento de la participación (el 75% en España) había servido para derrotar al maximalismo exclusivista, a los que fanfarroneaban de tener toda la razón y predicaban soluciones exprés. La bofetada descomunal fue la del PP neoaznarista que ha perdido la mitad de su porcentaje de votos (del 33% al 16,7%) y ha bajado de 137 a 66 diputados. Una caída del 50% de los escaños. Convertir en prioridad otro 155 y en urgencia nacional expulsar a Pedro Sánchez de la Moncloa se ha estrellado contra una España plural que reconoce la complejidad de sus conflictos.

Pero la segunda bofetada ha sido la podemista. Ha bajado de 71 diputados de Podemos y confluencias en el 2016 a 42. Conserva así solo algo más de la mitad, el 59%, de los escaños del 2016, aunque la pérdida es menor (quedan 42 de los 57 de entonces, el 73%) si excluimos a los diputados obtenidos en el 2016 en Galicia y Valencia por las crisis posteriores con las Mareas y Compromís. Sean 29 o 15 los escaños perdidos (de menos, son 29), el proyecto de Pablo Iglesias ha sido el más zarandeado tras el de Pablo Casado y José María Aznar.

Fracaso de la alianza

¿Por qué? En el 2016 Podemos ya se estrelló en su intento de sorpasso al PSOE (que muchos gurús daban por hecho) al fracasar la alianza con la antigua IU (la candidatura unida de los dos perdió más de un millón de votos) y quedarse en 71 diputados frente a los 85 del PSOE. Ahora la derrota por la hegemonía de la izquierda es más severa. El PSOE sube a 121 es -