En cuanto empezó la campaña, hace 15 días, Pablo Casado, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, se lanzaron a convencer no solo a los militantes, sino también a dirigentes destacados del partido para que les ayudaran a atraer a más afiliados. Los barones autonómicos, por lo general, han optado por la discreción, en ocasiones más postiza que otra cosa, porque es público a quién prefieren. Solo Juanma Moreno (Andalucía), Alfonso Alonso (Euskadi) y José Antonio Monago (Extremadura) han mostrado sus preferencias. Los dos primeros apuestan por la exvicepresidenta y el último, por la secretaria general. Las han acompañado a actos y han defendido su candidatura.

Entre todos los dirigentes silenciosos hay algunos cuya opinión podría haber alterado de manera determinante el resultado final. El primero, aunque sea obvio, Mariano Rajoy. El todavía presidente del PP, que dejará el cargo en el congreso extraordinario de los días 20 y 21, cuando sea proclamado su sucesor, cumplió su palabra y se mantuvo neutral. Ni siquiera votó en el proceso interno, según anunció el partido en un comunicado.

Los otros capitostes que no han dicho, al menos por ahora, a quién quieren como futuro presidente del PP son tres: el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, en el que muchos vieron al relevo natural de Rajoy hasta que se autodescartó; Juan Vicente Herrera, presidente de Castilla y León; y Ana Pastor, actual presidenta del Congreso.

El jefe del Ejecutivo gallego mantiene una tensa relación con Santamaría. Dijo de ella en una entrevista en La Sexta que es una persona que tiene «formación e información», una pulla elegante sobre la leyenda de que la exvicepresidenta pudo utilizar el CNI (que dependió de ella entre 2011 y 2018) para hacer dosieres contra sus adversarios. Clave en la carrera del gallego ha sido la publicación en la prensa, hace cinco años, de unas fotografías de 1995 con el narcotraficante Marcial Dorado a bordo de un barco y en un todoterreno.

Feijóo estuvo especialmente halagador con Cospedal cuando la secretaria general estuvo de campaña en su tierra, pero evitó respaldarla. Tampoco lo ha hecho Pastor, que mantiene una relación tensa con Santamaría desde hace lustros. La exministra de Fomento aseguró que no se decantaría por nadie, porque tiene que guardar la neutralidad a la que le obliga su puesto como presidenta del Congreso. Sin embargo, las malas lenguas aseguran que es porque no ha querido importunar a Rajoy, al que no le habría gustado que se hubiera pronunciado «contra» nadie.

El veterano Herrera y su delfín ya en el partido, Alfonso Fernández Mañueco, en cambio, son próximos a la exvicepresidenta, pero también se han inclinado por la prudencia.

Cuando las papeletas de los afiliados estén escrutadas al 100% y se conozca quién ha ganado en cada autonomía, será curioso ver si esos dirigentes conservadores deciden tomar partido.