El acto de Perpiñán del sábado ha introducido un elemento de inestabilidad en una mesa de negociación entre gobiernos que no andaba ya sobrada de firmeza. Carles Puigdemont, y su capacidad por convocar a 110.000 personas, según la Gendarmerie, presentó sus credenciales como actor importante en los tratos entre el Estado y la Generalitat. Y el mensaje de total escepticismo han dibujado una amenaza al desarrollo de las conversaciones. Tanto ERC como el PSOE salieron ayer a blindar el futuro de la negociación ante ese escepticismo, aunque, claro, por motivos distintos.

Pedro Sánchez quiere identificar a Carles Puigdemont con el PP. La estrategia del jefe del Ejecutivo frente a los ataques del expresident al diálogo con la Generalitat pasa por insistir en que, en el fondo, su discurso no se encuentra a mucha distancia de Pablo Casado. Ambos, según esta versión, están en contra de la negociación política. El objetivo es que Puigdemont, al igual que Casado, acabe siendo visto por la inmensa mayoría de los catalanes como un dirigente «antipático», explican en el entorno del líder socialista, «que pone palos en la rueda del diálogo territorial».

El discurso del PSOE, plasmado ayer por su presidenta, Cristina Narbona, consiste en esforzarse en rebajar la influencia del expresidente sobre el independentismo y al mismo tiempo reivindicar a Oriol Junqueras. La Moncloa asume que es harto improbable que Miquel Iceta, candidato del PSC, gane las próximas elecciones catalanas, aún sin fecha, así que sus esperanzas están depositadas en que ERC alcance la presidencia de la Generalitat. Si se revalida el actual esquema, con JxCat mandando sobre los republicanos en el Govern, la mesa de diálogo, señala un importante colaborador de Sánchez, «podría saltar por los aires». Y con ella, la estabilidad de la legislatura española, donde ERC resulta imprescindible.

«No creemos que [las palabras de Puigdemont] vayan a modificar lo que está acordado en la mesa de diálogo», dijo Narbona tras la reunión de la dirección del PSOE. «Cuanto más chillen algunos contra esa mesa, más útil será. Cuantas más zancadillas pongan, más fuerte será nuestra apuesta por el diálogo -insistió la exministra-. Y aquí entran tanto los que tienen una postura radical en el independentismo como quienes creen que no hay que hablar con el independentismo». Es decir, Puigdemont y Casado.

ERC, por su parte, sigue con su apuesta de presentarse a los catalanes como el independentismo posibilista y dialogante. Ayer, El exconseller y exdirigente de ERC Raül Romeva salió ayer de la cárcel para trabajar.