Compromís ha presentado más de 2.000 preguntas en el Senado, una por cada una de las 2382 fosas comunes identificadas por el Ministerio de Justicia. España es el segundo país del mundo con más fosas comunes, solo superado por Camboya. Paco Etxeberria ha estado en muchas de las 350 exhumaciones que se han realizado desde el año 2000 y en las que se han localizado a más de 8.500 personas asesinadas. Este veterano forense preside la Sociedad de Ciencias Aranzadi, cuyo trabajo en los últimos 15 años ha situado al País Vasco como la comunidad que más decididamente ha apostado por la memoria histórica.

"Hay regiones en las que sí que se ha reglamentado este tema, han impulsado iniciativas y han puesto en marcha equipos de memoria histórica, en general, y exhumaciones, en particular, y otras que no han hecho absoutamente nada". En el tiempo en que Catalunya ha abierto cuatro fosas comunes, Euskadi ha hecho un trabajo ingente en exhumaciones y recopilación de cientos de testimonios. "En Euskadi se está haciendo lo que es técnica y humanamente posible porque en ese asunto de la memoria histórica de las fosas no todo es viable. Este tema también tiene limitaciones que hay que reconocer para no crear falsas expectativas", advierte.

Y es que, aunque hubiera voluntad política y recursos suficientes para intentar encontrar los restos de todos los fallecidos, en algunos casos sería ya imposible. "Cuando se dice que hay unas 120.000 personas desaparecidas en un contexto de vulneración de derechos hay que saber que no vamos a poder encontrarlas a todas. Porque algunas de las fosas ya se abrieron tiempo atrás, tras la muerte de Franco. Otras están en cunetas de carreteras que se han ensanchado, en las afueras de algunos pueblos que ahora son sitios urbanizados o lugares de cementerio que han sido reutilizados. El tiempo corre en nuestra contra tanto en el tema de exhumaciones como si queremos recoger testimonio de protagonistas". Junto a la importancia de dar reposo a los muertos para que los vivos descansen en paz, Etxeberria defiende que este trabajo de abrir fosas ha servido también para ir abriendo paulativamente conciencias. Para recuperar un debate que se escamoteó con la transición. Ese es el gran acierto, a su entender, de la ley de memoria histórica del 2007. "Esto sigue creciendo y no se puede parar. Y de esto se han percatado algunos partidos políticos que ahora lo han incorporado a su propio discurso y bienvenido sea. Porque entonces dejaremos de escuchar referencias en el Congreso al 'régimen anterior'. ¿Cómo que el régimen anterior? La dic-ta-du-ra fascista de Franco. Y esto lo están liderando personas que ya no tienen el miedo que tuvieron nuestros padres".

Su experiencia refuta a los que aseguran que la memoria histórica solo abre heridas o que es un lío. "Un vicerrector diciendo que eso es un lío, ese es el éxito del franquismo. Eso es un disparate porque está demostrado científicamente por los antropólogos que es exactamente lo

contrario -sentencia-. Lo que estamos haciendo ensancha el discurso de los derechos humanos y consolida los valores democráticos. No es para que la gente coja la escopeta y pegue cuatro tiros. En las exhumaciones en las que yo he estado, en las que se han recuperado miles de cuerpos, lo más grueso que le he escuchado a un familiar es decir: qué injusticia. La que ya sabían en la familia y que queda acreditada". Una exhumación es un ritual social para que la sociedad tenga la ocasión de poder integrar una parte de su historia cerrada en falso. "Para que una vecina le pueda decir a otra: ‘Mari Carmen, no te lo he dicho nunca, pero creo que vuestra madre tuvo mucho mérito en sacaros adelante después de que asesinaran a tu padre’. Esa frase vale mucho más que un certificado que te envíen desde un ministerio o que un dinero que te den".