Podemos afronta una semana espinosa en un contexto político delicado. Los conflictos internos han estallado justo cuando la dirección pretende impulsar, de momento sin éxito, las negociaciones para formar un gobierno de cambio y cuando las elecciones parecen más plausibles en el horizonte, tras la investidura fallida de Pedro Sánchez. En ese escenario de tensión e incertidumbre, las batallas por el poder en seis territorios han evidenciado que la lucha no afecta sólo a los aparatos autonómicos, sino que las comunidades reproducen la pugna que afecta a la estructura estatal.

La espita saltó el lunes en Madrid y va camino de recrudecerse. El secretario de organización en esta autonomía, Emilio Delgado,dimitió con una crítica nítida que tuvo como diana al hombre de Pablo Iglesias en la dirección madrileña, Luis Alegre. Le acusó de inacción y de dejar al partido sin rumbo. Según ha podido confirmar este diario, dirigentes afines a Delgado se plantean secundarle con un gesto contundente de apoyo en las próximas horas para forzar un cambio en la cúpula de Madrid.

La decisión implica tirar de la espoleta y, según apuntan sus protagonistas, exponer claramente que no se trata de un problema aislado sobre el que pueda echarse un puñado de tierra, sino de evidenciar que el malestar va más allá de un conflicto en los territorios y corresponde, en realidad, a la disputa por la hegemonía interna en Podemos.

‘LA INTERNA’

Las diferencias son patentes desde hace tiempo, pero se han recrudecido en los últimos meses. Con la salida de Juan Carlos Monedero, el cofundador número 3 de Podemos, en abril de 2015, el partido vive un corrimiento de poder interno. Fuentes de la organización admiten que en aquel momento Iglesias ahonda en la configuración de un equipo de personas afines que van consiguiendo mayores cuotas de mando. Mientras, el número dos, Íñigo Errejón, se rodea de colaboradores que casan mejor con su lógica de proyección del partido.

No son posiciones antagónicas, ni una guerra, ni sectores claramente delimitados, sino opiniones distintas de ambos líderes sobre cuál ha de ser el discurso de Podemos y qué electorado deben atraer, lo que de facto implica definir la identidad política y social del partido. Los mensajes de Iglesias van directos a la clase obrera y los de Errejón aspiran a sumar a las clases medias ilustradas, por eso se etiqueta como un perfil más moderado. Además, existen también posiciones intermedias que basculan entre ambos y otros sectores como la Izquierda Anticapitalista (IA) de la líder andaluza, Teresa Rodríguez, que también buscan aumentar su cuota de poder. Este miércoles IA ha emitido un comunicado en el que afirma que es “políticamente estéril” seguir tratando de negociar con el PSOE yanima a Podemos y a sus confluencias a prepararse para unas nuevas elecciones.

El recrudecimiento de la disputa ha incrementado el nerviosismo en la cúpula. Se evidenció con las maniobras de apoyo a determinados candidatos en la confección de las listas para las elecciones generales y, más tarde, en el reparto de cargos en las comisiones en el Congreso de los Diputados. Ambos sectores buscan su influencia con gestos cada vez más difíciles de ocultar, aunque hasta ahora el discurso ha intentado ser monolítico y no es descartable que Podemos trate de resolver el incendio con su actitud habitual: repliegue de filas y un discurso de unidad para negar “la interna”, expresión que utilizan los dirigentes estatales para referirse a los movimientos por imponer la hegemonía en la estructura de la organización.