Por dos veces, y pese a haber recibido ya varios balazos, el terrorista Younes Abouyaqoub se encaró con los mossos d’esquadra que le habían dado el alto y lo estaban encañonando. Mostrando lo que simulaba ser un cinturón explosivo, corrió las dos veces hacia los policías, provocando que le dispararan.

Los relatos de los agentes coinciden en los partes que recoge el sumario de los atentados de Catalunya. Y de esos relatos se desprende que los policías tuvieron que emplear cargador y medio de sus armas reglamentarias para detener al yihadista.

Hace ahora casi un año, después de la muerte de Abouyaqoub, desde la CUP y otras formaciones políticas se levantaron voces críticas insinuando el empleo de una violencia excesiva. Contradice frontalmente esta tesis el relato de los agentes que se vieron frente a frente con el autor material de la matanza de La Rambla.

Camisa abierta

Fue otro trabajador inmigrante, este venido del Este de Europa, el que el 21 de agosto de 2017 reconoció al terrorista magrebí Younes Abouyaqoub en el muchacho que andaba por la cuneta de la carretera C-243B, entre los viñedos del término de Subirats (Barcelona). Había visto esa cara decenas de veces en los telediarios.

Y fue una patrulla de los Mossos de Vilafranca del Penedès la primera en localizarle, a las 16,11 horas, en una zona de matorrales cerca de una pista de pádel, una pista forestal, la vía del AVE y la gasolinera Matoil de Sant Sadurní d’Anoia. El terrorista siguió al principio su instinto de conservación y se escondió tras una mata. Pero corrigió su primera reacción y se enfrentó a los mossos.

Cuando la primera patrulla le encontró, Younes caminaba con su camisa completamente desabrochada, y llevaba gafas de sol. Dos mossos le abordaron a distancia, a unos 70 metros, según el sumario. "El sospechoso se ha apartado un momento del campo de visión de los agentes -relata el informe policial-. Ha vuelto a aparecer, levantándose la camisa de forma que los agentes han podido ver claramente una especie de cilindros metálicos de unos veinte centímetros de largo, colocados verticalmente alrededor del abdomen, del tamaño de una botella de agua pequeña, aunque parecían metálicos, ya que el sol se reflejaba en ellos”.

Abouyaqoub se dirigió hacia los mossos corriendo y gritando “¡Allahu Akbar!” (Alá es grande), "motivo por el cual se le ha vuelto a dar el alto -dice la declaración de los agentes ante los instructores del informe policial-, y como no se paraba, han disparado varias veces al sospechoso. La persona se ha vuelto a levantar, corriendo nuevamente hacia los agentes, que han vuelto a disparar hasta que finalmente ha sido abatido".

Es más completa la narración de otro agente, el primero que habló a Abouyaqoub: "¡Alto, Policía! ¡Alto Policía! ¡Quieto, quieto, quieto!", cuenta que le gritó. Y relata también que, cuando el terrorista corría hacia él y su compañero gritando el nombre de Alá, llevaba las manos en lo que parecía el chaleco bomba.

Como el joven no paró, el agente vació el primer cargador. "La persona ha caído al suelo y ha quedado parada un par de segundos. A continuación el declarante ha observado como esta persona se ha vuelto a levantar”, dice el informe. Volvieron a darle el alto, pero Younes siguió corriendo hacia ellos. Los agentes dispararon "cinco o seis veces más, hasta que ha caído al suelo".

Abouyaqoub aún respiraba cuando los agentes se mantenían a una distancia prudencial asegurando la zona y para que no les alcanzara una posible explosión. Fueron los TEDAX, expertos en explosivos, los primeros en examinar el cadáver, y con un robot. Entonces se percataron de que el cinturón era falso.

El terrorista había quedado boca abajo. El juez de guardia de Vilafranca fue llamado para levantar el cadáver. Cuando se pudo examinar el cuerpo, los agentes comprobaron que Younes no iba con las manos vacías: llevaba encima tres cuchillos grandes. En su informe, el forense que le analizó recurrió al eufemismo médico para certificar la muerte: "Exitus".