La gente dormía en el más placido de los sueños cuando a las 5,22 de la madrugada la tierra tembló en Melilla. “Estábamos durmiendo y nos despertamos porque la cama se movía una barbaridad”, relata Antonio, “salimos rápido a la terraza y vimos que la gente estaba saliendo a la calle por miedo”.

Su vivienda, en una sexta planta en pleno paseo marítimo de la ciudad autónoma, fue de las primeras en notar el movimiento telúrico, uno de los más intensos de los que se tiene constancia aunque con la fortuna de que al tener su epicentro en el mar no ha causado grandes daños. Lo peor, resalta su hijo Pol, ha sido la duración. “Nos despertamos asustados, salimos al pasillo y seguía moviéndose todo, nos pusimos los zapatos y todo seguía aún meneándose”, narra.

“Mi jefe flipaba porque me decía que le dio tiempo a levantarse, ponerse los zapatos e ir corriendo a buscar a la habitación de su hija antes de que la casa parase de temblar”, subraya este joven. La suya es una casa antigua aunque reformada, por lo que no ha registrado daños, y en el inmueble de Antonio solo han notado que el ascensor se ha estropeado, aunque en otros barrios de la ciudad “se han quedado momentáneamente sin luz”.

No obstante, los estragos del terremoto se han dejado notar en buena parte de la ciudad, según detalla, especialmente en la zona centro, “con profusión de edificios modernistas y cornisas con muchos detalles que se han venido abajo”.

CASCOTES EN EL SUELO

“Nosotros hemos dado una vuelta con el coche y hemos visto montón de cascotes en el suelo, llega a pasar a mediodía, con la gente paseando por la calle y no sé que hubiera pasado”, cuenta Pol. En su recorrido por la ciudad ha podido apreciar como muchos ciudadanos optaron por no volver a sus casas y se refugiaron en el paseo marítimo o bien en la parte alta de Melilla, la zona conocida como el Pinar de Rostrogordo, donde no hay edificaciones, salvo un cuartel militar y un complejo deportivo. “Estaba todo repleto de coches aparcados”, cuenta.

De momento, los colegios y el campus universitario han cerrado sus puertas hasta que se compruebe su estado y que no hay peligro para las personas, y el Palacio de la Asamblea permanece cerrado al aparecer grietas tanto en el interior del edificio como en las dos torretas de su fachada principal, lo que ha obligado a habilitar unas dependencias en otra parte de la ciudad para que pudieran trabajar los miembros del gobierno e incluso los grupos parlamentarios. “Las cafeterías, esas son las que están haciendo su agosto con tanta gente en la calle”, ironiza Antonio.

La mujer de Antonio también tiene el día libre, dado que trabaja en los juzgados situados en el edificio Quinto Centenario, un inmueble formado por dos torretas de 11 pisos -“de ahí su nombre de lasTorres Gemelas”, bromea-- que alberga en su interior diversas dependencias estatales como la Seguridad Social y que también ha cerrado sus puertas hasta que los bomberos revisen el estado del inmueble.

NORMALIDAD

A medida que pasaba la mañana, “la situación se iba normalizando”, cuenta este catalán prejubilado en un banco que ya vivió el terremoto de 2004 en Alhucemas que dejó cientos de muertos. “Pero aquí no se notó tanto como éste”, subraya. Tampoco el de la semana pasada dejó gran huella. “Estábamos comiendo mi mujer y yo, y pensé que estaba mareado, pero al ver que mi mujer estaba igual, pensé que tenía que ser otra cosa”, cuenta entre risas. Un buen humor que esta noche no se repitió.

“Se movían las lámparas, las cosas se caían al suelo…” rememora con el susto aún en el cuerpo Muchos vecinos coinciden en señalar el ruido que hacían los diversos objetos al arrastrarse por el suelo. Es el caso de Juan, funcionario en la Delegación del Gobierno en Melilla y que también se despertó sobresaltado. “Esta mañana mi compañero me ha movido dos veces la silla y he salido disparado a la calle”, cuenta entre risas, “a mi no me pilla dentro”.