Cuando Ciudadanos exigió a los candidatos del PSOE que renegaran de Pedro Sánchez como condición previa para llegar a acuerdos en comunidades y ayuntamientos, los colaboradores del presidente del Gobierno se echaron a reír. «Es absurdo -señalaron el pasado martes-. Un mensaje de este tipo podría haber tenido algún efecto hace tiempo. Podría haber profundizado nuestra división. Pero ahora ya no. Nadie va a desmarcarse».

La aplastante victoria de Sánchez en las primarias del 2017, y sobre todo la moción de censura a Mariano Rajoy y su reciente triunfo en las elecciones generales, han reforzado la autoridad del secretario general hasta límites impensables hace solo un par de años, cambiando al PSOE por completo. También en la manera que la dirección del partido tiene de afrontar el complejo escenario de alianzas.

En el 2015, el presidente en funciones dio libertad a los líderes territoriales para que alcanzasen los acuerdos que estimaran convenientes con otras fuerzas. Ahora, en cambio, es Sánchez quien tiene completa libertad, a diferencia de los líderes territoriales.

Comisión negociadora

Un día después de los comicios del pasado 26 de mayo, el PSOE constituyó una «comisión de seguimiento y evaluación de las propuestas de acuerdos». Integrado por cuatro dirigentes, el órgano, explicó el secretario de organización, José Luis Ábalos, «estudiará los diferentes escenarios y escuchará al resto de formaciones políticas». Es decir, la comisión, que comenzará a reunirse esta semana, no solo tendrá que dar su visto bueno a los acuerdos que se alcancen, sino que también formará parte de las negociaciones. Sánchez se centrarán en los acuerdos autonómicos y municipales. Después, en el estatal. Todo pasa por Ferraz.