El fenómeno de las Pasiones nació ya formalmente en el siglo XIV, considerándose que la primera de ellas en lengua vulgar es la de Saint Gall. Se trata de imitar la vida de Cristo, sobre todo la representación de los últimos días de su vida terrena, los tormentos sufridos, la Crucifixión y, menos frecuentemente, la Resurrección.

En el año 1974 surgió la idea de representar vivencialmente una Pasión en Borriol, al aire libre y aprovechando las singulares condiciones de un conjunto histórico y un extraordinario Calvario, referente de la devoción popular. En el Jueves Santo del año siguiente la idea fue una realidad. Más de ciento cincuenta personas de la localidad se unieron para representar esta Pasión, cuya filosofía originaria, en aras a la autenticidad, era la de dejar ver lo que se vio en la Jerusalén histórica y ocultar aquello que el pueblo no pudo ver. En este último caso estaba la Santa Cena, que todavía hoy está reservada a la sola presencia de Jesús y sus apóstoles en un acto de intimidad e intensa emoción. Fue un éxito el primer año y un acicate para ilusionar a la gente ante la presencia de más de diez mil asistentes. Hoy la cifra de espectadores y participantes se ha triplicado y, conservando el espíritu originario, se han mejorado e innovado escenarios y personal. Asimismo, se ha dotado al drama de música especialmente compuesta por Rafael Beltrán Moner.

La Pasión borriolense comienza en el campo y acaba en él. Es impresionante ver, de pronto, aparecer silenciosamente por las calles la comitiva de Jesús y sus apóstoles procedentes de las afueras del pueblo hasta llegar a la casa en donde, en privado, se celebrará la Última Cena. Mientras -porque hay actos sucesivos y simultáneos- se reúne el Sanedrín y comienza la sucesión de actos, tales como la presencia de Judas, la Oración en el Huerto de Getsemaní, el prendimiento, las acusaciones ante los judíos, el juicio de Pilato, Herodes, el Camino del Gólgota -impresionante- y la Crucifixión con el posterior descendimiento. Soldados romanos, judíos, mujeres, antorcheros, tambores conforman una variopinta comitiva camino del Calvario.

Resulta difícil aconsejar un acto u otro, pues todos ellos conllevan una fuerte dosis de admiración y sentimiento. Un sentimiento provocado por la sinceridad de los personajes que intervienen, que no solamente representan, sino que viven intensamente la Pasión. De ahí que el proyecto inicial fuera la expresión de una vivencia. Y creo que se ha logrado.

MARCO INCOMPARABLE

Ni qué decir tiene que el marco borriolense influye positivamente en el desarrollo del drama sacro. Sus calles evocan tiempos pasados, historia viva de culturas diversas, que contribuyen a crear un clima realmente emotivo.

Los personajes se transmutan: Rafa Lloret, Jr. se convierte en Jesús; Jorge, en Pilato; Miguel Ángel, en Herodes; Armando y Raúl, en Anás y Caifás; Sara, en Verónica; Virginia, en María; Raúl, en Judas; Begoña, en Claudia; Alejandro, en Barrabás; Ángelo, en Pedro; Victoria, en Ángel; Paloma, en Herodías… Y, junto a ellos, una cohorte de personajes que convierten a los antiguos hierosolimitanos en miembros de la Nueva Jerusalén. Sin olvidar, naturalmente, a decenas de colaboradores gracias a los cuales es posible alcanzar las cotas de esta Pasión singular, la más antigua de la provincia, que aglutina a casi doscientos personajes intervinientes de la villa y concita a más de 25.000 espectadores en la noche judía del 14 de Nisán a la luz de la luna nueva como exige la tradición.