El 15 de septiembre de 2015 es una de las fechas marcadas en rojo para la provincia de Castellón. El aeropuerto recibió, a las 10.25 horas, el primer vuelo regular procedente de Londres, cuatro años después de su inauguración. La efeméride despertó una alta expectación mediática y centenares de curiosos fueron testigos del aterrizaje del Boeing 737 de Ryanair, con 186 pasajeros.

La historia de la que quizás sea la infraestructura más polémica de Castellón se remonta a 1995, con la llegada al frente de la Diputación de Carlos Fabra. En aquellos tiempos, era la única provincia de la costa mediterránea que no tenía aeropuerto. El presidente del ente provincial fue el principal promotor de una infraestructura sobre la que no tenía competencias, pero que contó con el apoyo de la Generalitat valenciana, entonces presidido por Eduardo Zaplana.

En 1997 se redactó el estudio de localización y, un año más tarde, el proyecto de construcción. Fabra logró implicar al gobierno autonómico en el 2000, consciente de las limitaciones de la Diputación, a través de un convenido para la adquisición de suelo donde se levantaría el aeródromo.

El siguiente paso no llegó hasta el 2002, con José María Aznar al frente del gobierno nacional. El Ministerio de Fomento autorizó la construcción del aeropuerto y lo declaró de interés general. Un año más tarde, la impulsora, la Diputación de Castellón, deja de ser titular del aeropuerto, y pasó a estar en manos de la sociedad pública Aerocas, que en su comienzo contó con una participación del 50% entre la Generalitat valenciana y el ente provincial, que pasó a tener una participación simbólica.

La primera piedra se colocó el 22 de enero del 2004 y a partir de ahí se iniciaron las obras. Un concurso público dictaminó que la sociedad Concesiones Aeroportuarias, consorcio formado por FCC, PGP y Lubasa fuera la encargada de la ejecución de las obras y la explotación de las instalaciones durante 50 años. No obstante, los problemas no tardaron en llegar.

Las exigencias financieras de esta sociedad obligaron a Aerocas a concretar con un sindicato bancario la concesión de un crédito de 46 millones, avalado por la Generalitat, para cubrir el 40% de la inversión. Posteriormente, se incluyeron nuevos socios a la concesionaria para reforzar el capital social: Bancaja, Caja Madrid y Abertis.

Paralizaciones en el trayecto

Pese a ello, las paralizaciones, denuncias y sobrecostes marcaron la evolución del aeropuerto en los siguientes años, ya que al poco de iniciar las obras se detuvieron por motivos medioambientales. A ello le siguió una nueva suspensión dictada por el Ministerio de Fomento en 2005, que supuso un sobrecoste de 18 millones. Además, una denuncia del grupo ecologista Grecen demoró más la infraestructura. Los numerosos contratiempos a los que se enfrentó el aeropuerto determinó que los tres años previstos para su construcción pasaran a ser siete. Y que los 113 millones que en un comienzo se licitaron para la ejecución, pasaron a 127 millones en la adjudicación, y a más de 150 millones al final, a los que habría que sumar otros sobrecostes.

Luz verde

El 25 de marzo de 2011 se celebró el acto oficial de inauguración, ya que se daban por terminadas las obras, aunque no había fecha prevista para el primer vuelo ni se habían solicitado los permisos de navegación aérea. Dos años más tarde, Carlos Fabra se vio forzado a dimitir como presidente de Aerocas al abrirse contra él juicio oral por cohecho, tráfico de influencias y cuatro delitos fiscales. Los problemas continuaron hasta el 2014.

Tras varios intentos de venta fallidos, el 31 de enero de ese año, la Generalitat adjudicó la gestión a la compañía SNC-Lavalin, a cambio de 25 millones de euros de las arcas públicas para intentar rentabilizarlo. Dos jubilados locales en un pequeño helicóptero privado estrenaron la base aérea en diciembre.

Asimismo, el primer vuelo comercial fue un chárter de Air Nostrum que transportó a la expedición del Villarreal CF el 14 de enero de 2015, con destino a San Sebastián. Fue en marzo de ese mismo año cuando la compañía irlandesa de vuelos low cost Ryanair, anunció la apertura de dos conexiones regulares con Reino Unido (Londres y Bristol) y posteriormente, en marzo de 2016, confirmó que se abría una línea entre Castellón y Sofía, capital de Bulgaria. A ello hay que sumar que en junio, los vuelos de la compañía BlueAir ya eran una realidad para conectar Castellón con Bucarest. Posteriormente se han incorporado nuevos destinos como Poznan y Katowice (Polonia), y Budapest (Hungría).

A principios de 2017, SNC-Lavalin anunció su abandono de la gestión aeroportuaria en Europa. Así, el grupo francés Edeis Management absorbió estas operaciones, entre las que se encontraba la gestión del aeropuerto de Castellón. Pero el 1 de noviembre de 2019, Aerocas, dependiente de la Generalitat, asume la total gestión, tras resolver el contrato con Edeis.

En los últimos años, el aeropuerto ha incrementado su actividad y sirve como base de dos escuelas de vuelo, ofrece un servicio de aerotaxi y ha puesto en marcha el desarrollo de la denominada Zona de Actividades Complementarias (ZAC), donde está previsto el emplazamiento de empresas relacionadas con la aeronáutica y la logística, además de otro tipo de actividades industriales y económicas.