Catí es una de las joyas de Maestrat castellonense, una población de interior emplazada en mitad de un cruce de caminos entre el litoral valenciano y las altas montañas de Els Ports de Morella en la que la riqueza de sus aguas constituye su principal atractivo, materializado en la conocida como fuente de l’Avellà, un emblema de identidad.

A este manantial de agua minero-medicinal, declarada de utilidad pública en 1928, se le atribuyen propiedades curativas para la piel y el riñón, excelentes propiedades físico-químicas que, unidas a la tranquilidad del lugar, son una fuente de salud para el visitante y el origen del Balneario de l’Avellà (Casa de Banys) su máximo exponente. A 5 km de Catí, cuenta con gimnasio, spa y habitaciones con encanto con vistas a la localidad y a las montañas de los alrededores.

No obstante, el municipio destaca también por su rico patrimonio monumental e histórico, que le ha valido la declaración de Conjunto Histórico Artístico (CHA) y Bien de Interés Cultural (BIC). Su casco urbano, de callejuelas estrechas, ventanales enrejados y salpicado de escudos blasonados, alberga construcciones singulares como la Casa de la Vila, el Palau Santjoan-Casa Miralles, la Casa Montserrat y la Casa Espígol, entre otras.

Además de las construcciones medievales, destaca la Iglesia Parroquial del s. XIV, que fue remodelándose hasta del s. XVIII, en cuyo interior se puede contemplar el retablo de Jacomart dedicado a los santos Lorenzo y Pedro de Verona, y numerosas obras de orfebrería, frescos, etc.

Por otra parte, a las afueras del casco urbano se sitúan algunas ermitas, entre las que destacan la ermita de Santa Ana y la ermita de San Vicente Ferrer, además del Santuario de l’Avellà.

Su gastronomía ofrece delicias como el turrón artesano y el queso de Catí, el tombet de liebre, la olla catinenca, la carne masovera y las setas al horno, entre otros.