Un castillo y un recinto amurallado rodeados de mar por prácticamente todos los puntos. Esta es la principal tarjeta de presentación de Peñíscola y uno de los motivos por los que este destino recibe cientos de miles de visitas cada año. El turista puede descubrir las diferentes épocas históricas que han marcado el devenir de las generaciones pasadas y admirar el ingenio de quienes idearon sus muros, edificios más representativos y calles. Desde los inicios del pasado siglo, las diferentes administraciones han ido sumando reconocimientos y normativas de protección. La primera data de 1931, cuando el castillo fue designado monumento histórico artístico de ámbito nacional. La catalogación fue ampliada en 1972, con la declaración para todo el conjunto de la ciudad amurallada.

Quien acude a la ciudad no puede perderse otros enclaves característicos, como la iglesia parroquial de Santa María, o el templo dedicado a la patrona, la Virgen de la Ermitana, que fue edificado a comienzos del siglo XVIII a instancias del entonces gobernador, Sancho de Echevarría, y donde destaca la fábrica de sillería en la fachada. Otros lugares con encanto son los conjuntos formados por las plazas de Santa María y de Armas, el exterior de edificios como la Casa del Gobernador, en la calle Fulladosa, o el aspecto que conservan viales como la calle Mayor o Saiz de Carlos, entrelazados con callejuelas y tramos de escalones.

Contar con todo ello implica una fuente de interés turístico, pero también un reto para su mantenimiento y preservación. El alcalde, Andrés Martínez, destaca que la labor de recuperación del patrimonio “se puede observar en todo el trabajo desarrollado en las últimas dos décadas, que han supuesto una de las mayores intervenciones de este tipo en la historia de la localidad y que, de hecho, tienen continuidad ahora con las obras que se realizan en el interior del castillo mediante la iniciativa de la Diputación. Todo ello ha servido para recuperar elementos que habían quedado en segundo plano por el paso del tiempo y también nos han dado nuevos conocimientos sobre los procedimientos seguidos por arquitectos y maestros de obra, y que son objeto de estudio, sobre todo en lo que respecta a la parte de la fortaleza renacentista”.

RESTAURACIÓN

Una de las primeras medidas en este sentido fue la recuperación de la plaza Santa María, con la que salieron a la luz los elementos originales de un paso de ronda que alcanza hasta la puerta de Sant Pere. Posteriormente, gracias a la contribución de las diferentes administraciones, fue posible la rehabilitación del tramo medieval de las murallas, recayentes en la zona del puerto, las obras en las calles Saiz de Carlos y Príncipe, o una actuación en la zona de la Font de la Petxina.

De manera más reciente, la necesidad de mejorar la conservación del tramo de muralla renacentista motivó un extenso proceso de obras, que abarcó las fortificaciones de mayor altura, en sendas fases que contaron con la colaboración de la Generalitat y el Ministerio de Cultura. Al igual que en otras actuaciones de estas características, la arquitecta Pepa Balaguer fue la responsable de unas obras que no solo consolidaron las estructuras existentes, sino que arrojaron luz sobre un estilo constructivo común a las fortalezas datadas del periodo de reinado de Felipe II y que tuvieron como responsables a la saga de los ingenieros Antonelli. De hecho, el tipo de soluciones adoptadas para la defensa de la ciudad son comunes a diferentes enclaves, entre los que se suelen citar la isla de Ibiza, e incluso territorios del otro lado del Atlántico, y que durante esa época histórica se encontraban bajo el dominio de la Corona española.

Las intervenciones patrimoniales también se localizan en otros ámbitos, como en el parque natural de la Serra d’Irta. En este sentido, uno de los ejemplos notables es la restauración de la torre Badum. Un punto de vigilancia medieval, que estaba conectado a otras torres ubicadas en las inmediaciones, de modo que creaban una red de alerta ante posibles ataques desde el mar. El paso del tiempo y la exposición al salitre motivó una obra que ayudó a poner en valor este lugar característico de la costa peñiscolana. Desde allí puede divisarse la caseta de carabineros en la cala del Pebret, un espacio que presentaba ruina y que ha sido reconstruido recientemente.

El futuro pasa por las próximas reformas en viales principales del casco histórico, que cuentan con la aportación del Ayuntamiento y de los fondos europeos Feder.