El primer drama sacro de la provincia, cronológicamente hablando, lo constituye la Nueva Jerusalén de Borriol, concebido en 1974 y representado un año después con motivo del Jueves Santo. Se trataba de situar al espectador en un tiempo histórico actualizado y en un espacio ritual que intentaba reproducir el que tuvo lugar en la Jerusalén antigua. El propósito era vivenciar los hechos histórico-religiosos para que el espectador se convirtiera en un personaje más, envuelto en el misterio de la Pasión de Jesús. El silencio formaba parte del acto y de su trascendencia. La representación vendría a convertirse en una vivencia espiritual. Ese fue el espíritu del drama sacro, cuyos principios son fieles a sus orígenes y que se pondrán de relieve mañana, Jueves Santo, a partir de las 22.00 horas. Si bien los inicios fueron duros y modestos, ya se atisbó en el primer año lo que, con el tiempo, vendría a confirmarse. Y, efectivamente, las previsiones se cumplieron. Hoy Nueva Jerusalén, en su 41º edición, aglutina a más de 150 personajes que, desprendidamente, actúan o colaboran en la representación vivencial, con una asistencia media de 25.000 espectadores por edición.

Las características de esta Pasión son singulares: hay un modo itinerante por calles y montañas del término, una simultaneidad de actos, unos públicos, otros privados. Todo ello con vistas a lograr un realismo y fidelidad a los textos sagrados, nacido de la premisa de que el espectador vea lo que vio el jerosolimitano histórico y no pueda apreciar lo que ocurre en dos actos simultáneos; perspectiva nada común.

Hay 12 cuadros en los que se resume toda la Pasión: la Oración en Getsemaní, el Sanedrín, la presencia de Judas, los juicios de Pilato, el de Herodes, el Camino del Calvario, la Crucifixión… Sin menoscabo del mérito de cada uno, destaca por su intimidad la Santa Cena, absolutamente secreta en un lugar desconocido hasta su iniciación. Es uno de los actos más emotivos, reservado al Maestro y sus discípulos.

Alrededor de Jesús giran todos los personajes bíblicos como Anás, Caifás, Barrabás, Pilato, Herodes, Judas, el Centurión, los soldados, Pedro, Juan, María y las mujeres que dan a la obra un realismo extraordinario y profesional, pese a ser gente del pueblo, poco avezada en el mundo teatral, pero cuyas carencias se suplen a la perfección con la sinceridad de su representación.

El culmen del drama sacro se alcanza en el montículo del Calvario borriolense en el cual acaba la Pasión ante un ingente número de espectadores que, en el más estricto silencio, contemplan lo que ocurrió en su tiempo en la antigua Jerusalén. Desde allí, a la luz de la luna del 14 de Nissán judío, el eco de las palabras de Jesús en el suplicio se repite en las montañas de manera sobrecogedora. Ver la Pasión borriolense, la Nueva Jerusalén, es sentir en toda su intensidad el hecho que conmovió a la humanidad. H