En la historia de los ayuntamientos democráticos tienen mucho que decir los funcionarios que, desde sus puestos de trabajo y dando respuesta a las necesidades de los vecinos, han sido testigos privilegiados de la evolución de sus respectivos municipios, con el lógico crecimiento de la población y la suma de servicios e infraestructuras.

«Entré a trabajar en el Ayuntamiento de Segorbe en enero de 1977. Entonces éramos una gran familia porque todos nos conocíamos y, aunque cada uno tenía su trabajo asignado, todos hacíamos de todo», cuenta Lolín Martín. Relata que entonces, «en la oficina había seis funcionarios, la brigada la formaban cuatro o cinco personas y los policías locales eran, si no recuerdo mal, ocho o nueve. Ahora son más de 150 y están repartidos por distintos edificios y dependencias». Martín, después de 43 años de trabajo, se jubiló el pasado noviembre, y lo hizo con una gran fiesta en la que recibió el cariño de todos sus compañeros y superiores.

Cuando ella se incorporó a la plantilla del Ayuntamiento de Segorbe, subraya que lo hizo «sustituyendo a una compañera». «Me quedé como la única funcionaria del Ayuntamiento. Ahora en cambio, las mujeres son mayoría», añade.

Larga trayectoria

Otro veterano, también recién jubilado, es Jesús Gumbau, que durante 40 años ha trabajado en el consistorio de Almassora. Coincide con Martín en el creciente protagonismo de la mujer en las oficinas de los ayuntamientos castellonenses: «La incorporación de la mujer ha sido constante en todos estos años; y ahora, son mayoría».

Gumbau, que se jubiló al mismo tiempo que su compañero Ximo Galí, entró a trabajar en 1979, el primer año en el que los representantes municipales fueron elegidos por los vecinos, y lo hizo en el área administrativa, mientras que en los últimos años estuvo centrado en el apartado de urbanismo.

Para este funcionario, lo más impactante de los últimos 40 años, y lo que mejor demuestra los cambios acaecidos en la sociedad, ha sido «la evolución tecnológica registrada». De hecho, recuerda cómo, al principio, «todo se hacía manual, absolutamente todo». «Trabajábamos con máquinas de escribir y utilizábamos el papel de calco para hacer las dobles o triples copias», dice. Para Lolín Martín, el cambio tecnológico fue un pequeño quebradero de cabeza: «Hemos tenido que estar, en todo momento, cambiando y adaptándonos a los nuevos sistemas, aunque reconozco que a mí, tal vez porque estaba muy acostumbrada a la máquina de escribir, me ha costado un poquito más. Pero no he tenido más remedio, al igual que mis compañeros, de ir adaptándome porque… renovarse o morir». Tanto Lolín Martín como Jesús Gumbau tienen muchas anécdotas en la memoria. Gumbau recuerda que durante muchos años le tocó organizar algunos procesos electorales en Almassora y, como no había demasiados edificios municipales, les «tocaba montar mesas y urnas hasta en el cementerio e, incluso, algunos vecinos cedían garajes y plantas bajas para tener suficientes colegios electorales».

Martín cuenta con emoción cómo el primer alcalde con el que trabajó, Rafael Martínez, «esperó a despedirse» a que ella regresara de su viaje de bodas, y es algo que le agradecíó «mucho». Ambos confiesan haberse llevado «muy bien» con cada alcalde. «Con todos», subraya Gumbau, quien recuerda que siempre ha recibido un trato inmejorable de compañeros y superiores, y él y todos han tenido por máxima «atender del mejor modo posible a la ciudadanía», sin que el trato mermara, ni por el aumento de la plantilla ni por la frialdad de los programas informáticos.

Lolín Martín, cuya labor se ha centrado en los últimos años en Intervención y Tesorería, recuerda a cada compañero, incluso a los primeros, y tiene palabras de cariño y agradecimiento para, por ejemplo, Francisco Castanyer, oficial mayor cuando ella se incorporó al Ayuntamiento. Martín y Gumbau son, en definitiva, el ejemplo de muchos que, con su trabajo silencioso y anónimo, ayudaron a construir todos y cada uno de los 135 municipios.