Mirar atrás no es una forma nostálgica de querer volver, sino una mejor manera de conocer lo que está siendo, para construir mejor el futuro. Este pensamiento de Paulo Freire, un educador idealista que quiso cambiar el mundo, refleja bien lo que se siente cuando observamos la Historia de nuestra tierra. Ver lo que Castellón ha sido en el pasado es una buena herramienta para interpretar el momento en el que ahora vivimos y, sobre todo, orientarnos hacia lo que ha de venir, que siempre es incomprensible y misterioso. Afortunadamente.

Estos días, la ciudad mira hacia atrás y se reencuentra con la Mare de Déu del Lledó, que también está en el presente y estará mañana. Y en el mañana de mañana. Porque el fervor hacia la Lledonera está inoculado en aquellas y aquellos que creen en su patrona y le rinden un homenaje de devoción. Un año más, las fiestas patronales son una cita para la hermandad, para la cultura popular, para los símbolos que nos identifican como pueblo.

Siete siglos de presencia en la ciudad han dejado huella. A pesar de los ires y venires de la Historia, la Mare de Déu del Lledó ha estado presente en todos los momentos relevantes de Castellón y forma parte ya del patrimonio colectivo. Al margen de ideologías, de extracción social, de formación y cultura, la fe en la Virgen alcanza a una gran mayoría, que aprovecha este primer fin de semana de mayo para festejarla y celebrar así la vigencia de su fe.

Desde que Perot de Granyana halló la imagen primigenia, cuando araba sus tierras con los dos míticos bueyes, allá por 1366, la Lledonera ha sido la referencia religiosa en la capital, pero su influencia va más allá del culto, como demuestra la programación que la Real Cofradía de la Virgen del Lledó se encarga de preparar para deleite de quienes se suman a la celebración y que incluye actos de carácter cultural y lúdico para todos los públicos.

Hay otras razones igualmente evocadoras para desear la llegada de esas fiestas. El Gremi de Forners ha contribuido en los últimos años a endulzar estos días con la Flor de Lledó, un postre que en poco tiempo se ha convertido ya en una pequeña tradición y en un símbolo más de lo que representan las fiestas patronales. El sabor de la crema de naranja y el limón confitado nos traslada el aroma de azahar de los campos en los que aquel labrador esforzado encontró bajo un almez la imagen que marcaría el destino emocional de Castellón. Qué sería de esta tierra sin su historia, sin sus costumbres, sin sus emociones…