Rocky es un braco alemán de 11 años que siempre acompaña a Antonio Lluch a cazar, una afición que ambos comparten y viven con gran intensidad. Pero en una de sus muchas salidas les cambió la vida.

«En el año 2009, durante una montería, Rocky iba persiguiendo a un jabalí y consiguió acorralarlo con la ayuda de los demás perros, pero cuando parecía que estaba todo controlado, el animal se intentó defender y atacó a los canes», cuenta su dueño. Rocky sufrió una herida producida por los colmillos del jabalí, que le cortó el nervio ciático de la pata izquierda trasera. «En ese momento cuando vi a mi perro así, se me cayó el mundo, intenté calmarle y lo llevé de urgencia al veterinario. Allí me dijeron que tendrían que amputarle la pata», recuerda Antonio.

Recuperación

Una operación de tal calibre requirió una larga recuperación. Todos los días Rocky recibía curas para que la herida no se infectara y aunque tardó un tiempo en ponerse completamente en pie, su dueño nunca perdió la esperanza. «Es como un hijo para mí, es de mi familia, en ningún momento pensé en tirar la toalla, aunque fuera el camino más fácil». En unos meses el braco fue ganando musculatura en sus patas, gracias a los paseos que realizaba de continuo. «En un principio pensaba que no recuperaría la estabilidad al completo, pero para sorpresa de todos se encuentra igual que antes del accidente, solo tiene algunas limitaciones, como por ejemplo subir muros altos o trepar alguna pared», cuenta Lluch muy emocionado.

Volver a su vida

La rutina de Rocky después de la operación ha estado marcada por la superación, día tras día, hasta el punto de que ha conseguido volver a llevar su vida de antes, conviviendo y ejercitándose con los demás perros. «Cuando voy a algún coto y ven a mi perro, la gente no se puede creer que vaya a cazar con él, pero su afición por el campo puede con todo, es cuando más libre se siente».

El año pasado, Rocky se proclamó vencedor del Campeonato Intercomarcal celebrado en el coto de La Costereta, en la localidad de Catí, convirtiéndose en el primer perro de tres patas en ganar una competición de esta magnitud, en la provincia.

«Todas las personas cuando lo ven no se creen que pueda llegar a cazar con él, pero la verdad es que sin él no podría, forma parte de mi vida y es mi compañero, siempre me acompaña cada vez que salgo a cazar», afirma Lluch.

La lucha de estos compañeros por salir adelante frente a las adversidades se ha convertido en toda una historia de superación y de amistad entre ambos, que ha dado una gran lección de la unión que existe entre el cazador y sus perros.