La iglesia de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir, ubicada en el barrio del Carmen y erigida como parroquia hacia 1242, es el mejor ejemplo de convivencia de un templo de estructura gótica del siglo XV, con decoración barroca del siglo XVII. Declarada en el año 1981 monumento histórico artístico nacional, presenta la planta habitual de una sola nave con seis capillas entre los contrafuertes y cabecera poligonal.

Las pinturas de la bóveda, que cubre el templo uninave, narran la vida y los principales milagros de los santos patronos de la parroquia en arriesgados escorzos, los cuales son admirables desde cualquier punto interior de la iglesia. No obstante, desde su reciente restauración, llevada a cabo con la financiación de la Fundación Hortensia Herrero, que duró casi cuatro años, es imposible sustraerse al potente impacto visual que causa el conjunto de los frescos de la iglesia, que le han dado ya el sobrenombre de Capilla Sixtina valenciana.

En total, son más de 1.900 metros cuadrados de frescos barrocos del siglo XVII sobre una estructura gótica del siglo XV. Las obras de restauración de esta joya arquitectónica y pictórica permiten ahora comprobar al asistente toda la policromía de los frescos que pintó Dionís Vidal y diseñó Antonio Palomino, su maestro. 6.000 hojas de papel japonés para la fijación de las pinturas, 10.000 litros de agua destilada; 500 pinceles y 100 kilos de algodón son solo algunas de las cifras que revelan la magnitud de los trabajos de recomposición. Incluso Gianluigi Colalucci, restaurador de la obra magna de Miguel Ángel, ha dado el beneplácito a la rehabilitación.