Desde los inicios del pasado siglo, los diferentes elementos patrimoniales de Peñíscola han ido sumando reconocimientos y normativas de protección. Una de las medidas más antiguas en este sentido en este sentido data de 1931, cuando el castillo fue designado monumento histórico artístico de ámbito nacional. La catalogación fue ampliada en 1972, con la declaración para todo el conjunto de la ciudad amurallada.

Todos estos títulos deben ir acompañados de procesos en diferentes niveles. Por un lado, la investigación sobre las características estilísticas de los edificios, calles y tramos de muralla. Y por otro, el análisis de su estado de conservación y la ejecución de obras de rehabilitación para pueden disfrutar de este conjunto las generaciones venideras.

Una de las actuaciones más antiguas en este sentido vino en la segunda mitad del siglo pasado con la restauración del castillo, para hacer de él un espacio para ser visitado. Iniciativas que se suceden de manera continua, tanto por la necesidad de resolver problemas como para incrementar el atractivo a los turistas que se acercan cada año.

En cuanto al núcleo histórico, el cambio de siglo supuso la llegada del plan especial de protección, que analizó las características constructivas de la casa tradicional peñiscolana, y analizó los grados de protección de los edificios de este área.

En cuanto a las restauraciones, los periodos de obras se han ido sucediendo a lo largo de las tres últimas décadas. Uno de los ejemplos más antiguos tiene como foco el tramo de defensa de la época medieval. En este sentido, una de las fases más espectaculares fue la restauración de la parte comprendida entre el Fortín de Bonete y la batería del Príncipe, que supuso la colocación de andamios suspendidos para actuar sobre los efectos de la proximidad del mar y el oleaje con el paso de los siglos.

También cabe destacar la recuperación de la plaza Santa María, con la que salieron a la luz los elementos originales de un paso de ronda que alcanza hasta la puerta de Sant Pere. Y también se puso en valor la zona de la Font de la Petxina, justo en el límite entre la muralla renacentista y la parte de origen medieval.

RECUPERACIÓN

De manera más reciente, la necesidad de mejorar la conservación del tramo de muralla renacentista motivó un extenso proceso de obras, que abarcó las fortificaciones de mayor altura. Las labores no solo consolidaron las estructuras existentes, sino que arrojaron luz sobre un estilo constructivo común a las fortalezas datadas del periodo de reinado de Felipe II y que tuvieron como responsables a la saga de los ingenieros Antonelli. De hecho, el tipo de soluciones adoptadas para la defensa de la ciudad son comunes a diferentes enclaves, entre los que se suelen citar la isla de Ibiza, e incluso territorios del otro lado del Atlántico, y que durante esa época histórica se encontraban bajo el dominio de la Corona española. Hasta ahora, la intervención más reciente está localizada en el faro y su entorno, justo al lado de la entrada del castillo.