Después de variadas experiencias, hubo un momento en la vida de Rafael Camacho en que, para él, lo importante era escribir y lo que le dio el aliento era imaginar y crear poemarios. Hay un libro primero que le guía: La estela de mis sueños. La Asociación poética Alcap es un escenario donde frecuenta el contacto con otros poetas y encuentra, oportunidades para ofrecer directamente recitales poéticos, de sus sonetos.

Su aproximación a las convocatorias de algo tan peculiar como son les Albaes, las albadas (música con que se festeja a alguien entre una ceremonia muy festiva y popular), en l’Alcora, le da pulso para participar también en los movimientos poéticos del Ayuntamiento de Castellón, incluso narrativa, con escenarios en los que tengo ocasión de coincidir con él. Y me cuenta que también está presente en certámenes literarios de poblaciones de la provincia, con premio importante en la ciudad de Moncofa.

El muy recordado profesor y artífice de tantas actividades literarias, especialmente poéticas desde su responsabilidad en Alcap, José María Araúzo, escribió un precioso prólogo en la Hojas de la tarde, que editó el Ayuntamiento castellonense. Y quiso poner en negritas estos versos:

Llegó tu nombre a mi oído

como un obsequio del viento

y un cortejo de palomas

con un mensaje de besos.

TROVADOR // En realidad la bienvenida ya se la ofreció el catedrático Santiago Fortuño con su primer libro, La estela de mis sueños. Ya dijo de él que había dado permanencia a sueños de una vida en poemas sencillos pero densos de aliento humano. Pero con Hojas de la tarde, ambos profesores ya llegaron a la conclusión de que Camacho quedaba consagrado definitivamente como el “docto trovador de sentimientos” de Castellón, pues el ramillete de sus poemas líricos de temas varios, están ligados siempre a valores humanos reconocidos, y unidos además por la perspectiva de estar escritos, cuando la sabiduría acumulada en una larga andadura ha limado las aristas de la impaciencia y ha captado, como Machado, lo que permanece en los cambios.

Sin prisas, sigue luminosa la estela brillante de sus sueños, con abundantes poemas surgidos al hilo de emociones diarias como la amistad, la gratitud, el amor desde la madurez, la familia, los mitos de Castellón como su alegre mundo de la Fiesta y su exaltación de la belleza, la Panderola, la naranja, también emociones de su pueblo andaluz, sonetos escuetos que se le desparraman graciosamente por todo el libro. Revelando siempre su fe en la vida interior y en los valores de la tradición y de los sentimientos.

LA VIDA // El día 5 de marzo de 1934 nació Rafael en la ciudad agrícola de Sayalonga, de Málaga, hijo del matrimonio entre Rafael Camacho Martín y Rosario García Fernández, familia humilde dedicada a las faenas del campo, aunque propietarios de una pequeña hacienda de labranza.

Al acabar la guerra civil, cuando el niño Rafael tenía 5 años, los colegios, cerrados hasta entonces, volvieron a ir acogiendo a los niños del pueblo y allí fue conociendo Rafael a sus primeros maestros, expertos en la dura disciplina escolar. Y así, hasta los 12 años, en que el chico fue sacado del colegio para que aprendiera el oficio de labrador, aunque fue impulsado a estudiar el bachillerato por libre. A los 19 años, el destino le hizo ingresar en el Ejército, nada menos que en el Batallón del Ministerio del Ejército en Madrid, firmando, dice él, un compromiso de tres años, aunque el mejor recuerdo está en el periodo de Instrucción en el mítico Parque del Retiro. Pertenecía a una compañía de ametralladoras, aunque Rafael, por sus buenas trazas, fue destinado muy pronto a responsable del almacén de vestuarios. Y fueron llegando los ascensos; cabo, a continuación cabo 1º, clases para sargentos, academia de Suboficiales en Leganés y, desde el 18 de agosto de 1958, sargento de Infantería.

HISTORIA PERSONAL // Llegó a ser nombrado Comandante. Y en su historia personal, se observan los siguientes títulos: Caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, con Cruz, Placa y Encomienda. Cruz de la Constancia y Medalla de la Cruz Roja Española y, sobre sus espaldas, 40 años de servicio activo.

Su llegada a Castellón le permitió iniciar la carrera de Derecho en la UNED, con aproximación a las disciplinas de Estética Literaria y Contabilidad, ya en la UJI.

Su parentesco con el cabo de los Guardias de l’Alcora, le hizo conocer allí a una muchacha que fue Reina de las fiestas del Cristo, Merceditas Bachero Ahís. Se casaron el día 3 de marzo de 1962 en la iglesia parroquial de l’Alcora. Allí ya entró por imperativo familiar y salió casado con la chica más guapa entonces de la ciudad de la cerámica. Le ofreció un precioso viaje de novios, incluso con siete meses en Ifni, donde él cumplía con su obligación militar.

El matrimonio tuvo cuatro hijos: el mayor, Rafael, falleció muy pronto. Siguió la enfermera María Mercedes, que se casaría con el médico Manuel Marsal; Javier, ceramista, casado y después divorciado; y Lucía, ingeniero Técnico Industrial, casada con el azulejero José Guillén.

BARRIO DE LA TRINIDAD // La vida de casado de Rafael Camacho, una vez jubilado de la carrera militar, si ello es posible, transcurrió por el barrio de la Trinidad de Castellón, donde vive con su esposa y, por consiguiente, su vida y el aroma de su casa tienen un acusado sabor alcorino. Por tantas y tantas cosas, siente ahora un profundo amor a Castellón y sus tradiciones, pero tampoco puede olvidar su destino a la Segunda Compañía del Batallón y con él hacía de instructor de reclutas en el popular Campamento de Montaña Negra, tan significado para muchísima gente de Castellón.

Con un sencillo lenguaje, me contó su noviazgo. Y lo hizo así:

- “Al llegar a l’Alcora para saludar a mis familiares de la Guardia Civil, me presentaron a Merceditas, nos relacionamos amistosamente, paseamos por el pueblo y, por la tarde, fuimos al cine, única distracción que existía entonces. Merceditas formaba parte de la agrupación de Coros y Danzas en las fiestas de la Magdalena, todos participaron en la Cabalgata del Pregó, que, al acabarse, Merceditas y yo fuimos a bailar al Savoy, con los demás. Ella tenía 17 años y yo 24. Nos enamoramos y nos comprometimos. Hoy seguimos enamorados y muy felices”. H