Lucía, Aquellas pequeñas cosas, Pueblo blanco, Barquito de papel... y el mítico Mediterráneo, himno de paz y concordia para tantas generaciones, más actual que nunca en tiempos convulsos cuando crecen las fronteras, han sonado esta noche con fuerza en un recital de símbolos, evocaciones, recuerdos, juventud añorada y nostalgia. Serrat cien por cien. En estado puro. En Vila-real.

Más que una audición multitudinaria (3.200 espectadores). La praxis a conciencia de recorrer el mundo y volver al punto de partida, como hizo Ulises. Convertido en protagonista directo de La Odisea, en un nuevo milenio, el cantautor catalán, en un ritual de vuelta a los orígenes, al principio, ha ofrecido su Mediterráneo da Capo (término italiano en clave musical que significa volver a empezar), y como balance absoluto de recorrer caminos, cruzar fronteras, conocer otros mundos, Serrat regresa a su casa con lo aprendido y se confiesa.

Lo ha hecho ante su gente. Fieles fans de toda la vida y nuevos aprendices de su verso y de su poesía. Vuelta al hogar con lo aprendido en la travesía de ida y vuelta, como las olas.

Hace casi medio siglo Serrat se embarcó en un frágil barquito de papel en busca de nuevos horizontes y, como Ulises, también se topó con cantos de sirena, con polifemos y cíclopes, se enamoró de bellas nausicas y circes, descendió al hades, el infierno y, después de haber sobrevivido a aventuras y peligros, llega vez más sabio y convencido que antes. Y, sobre todo, después de que nuevos gurús de falsas libertades lo tilden ahora de facha. ¡Tiene narices, la cosa!