Decepcionó la corrida de Cuadri, que no fue, ni de lejos, lo que se esperaba. Todo lo contrario a lo que nos tiene acostumbrados esta emblemática ganadería. Toros descastados, escasos de celo, que apenas se emplearon en el caballo y se anclaron al piso a la primera de cambio. Faltó emoción, que es pecado capital en las divisas que juegan en esta liga. Eso sí, vaya por delante la impecable presentación. Algunos como el primero o el quinto de la tarde, fueron auténticos galanes. Serios como ellos mismos.

Ante esta tesitura, a los toreros no les cupo más opciones que el desespero. Hicieron un gran esfuerzo por sacar partido de la corrida y rebuscar el fondo de su bravura. Pero ni así. Pepe Moral estuvo entregado con un lote desinflado y a Rafaelillo su segundo lo mandó al hule. Tenía peligro sordo el toro y un pitón derecho criminal que avisó al murciano en el capote, donde a punto estuvo de cogerlo. En un descuido durante la faena de muleta el animal lo cazó y fue certero, propinándole una cornada de gravedad en el gemelo derecho de la que sangró de manera profusa.

Al final, quien pudo sacar rédito de la tarde y sobre la campana fue Varea. El de Almassora tuvo que apartar su vena más lírica para enfundarse el traje de guerrero y luchar por la senda de la épica. No se le vio confiado en sus primeros contactos con el ejemplar de Cuadri. Le devolvieron su primero tras partirse un pitón en el caballo de picar y corrió turno. El que salió como sobrero (6º de lidia ordinaria), echó el freno de mano y apenas permitió a Varea dejar alguna pincelada suelta al natural, pitón por donde el toro pareció resbalarse algo más. Vacío el animal y sin alma el torero, todo quedó en agua de borrajas.

LO MEJOR, EN EL SEXTO / Con la tarde de capa caída salió el sexto (primer sobrero). Se frenó el de Cuadri en los primeros compases de la lidia y no quiso pelea en varas. Recibió un puyazo, tardo pero acabó empujando fuerte, y tras no poder darle un segundo, ni tan siquiera en terrenos de toriles, fue castigado a banderillas negras. Se enfadó el de Almassora, que no tomó con agrado la decisión del palco. Despertó ahí el toro y aprovechó Varea esa explosión locuna del cuadri y su movilidad para doblarse por abajo en un comienzo de faena que tuvo dominio, poder y categoría. Brotaron los olés más fuertes. Rompió también la plaza con el torero y creció la expectación.

El runrún era palpable. No fue fácil el toro, que vendió caras sus embestidas, pero Varea arrancó algunos olés tras dejar pinceladas aisladas. Le faltó continuidad a la labor del castellonense, que hizo un esfuerzo ante un ejemplar exigente y duro, pero que, como el resto de sus hermanos, se fue apagando. Era toro de lanzar la moneda al aire, de olor a cloroformo. A pesar de la bisoñez del torero, de su escaso bagaje, de la exigencia de la corrida y sus circunstancias personales, destacó su actitud encomiable. Mató de una certera estocada al segundo encuentro y, tras leve petición, dio una vuelta al ruedo.