El tándem formado por Heidi Ewing y Rachel Grady llamó la atención en el 2006 con 'Campamento Jesús', documental (nominado al Oscar) sobre un antiguo campamento pentecostal a las afueras de Devils Lake, en Dakota Del Norte. Remarquemos lo de 'antiguo': cerró sus puertas tras la polémica generada por la película. Allí los niños no aprendían a dibujar, pintar o modelar en barro, sino a hablar en lenguas desconocidas, rezar a George Bush y odiar a Harry Potter, quien, según les decían, "en los tiempos del Viejo Testamento, habría sido condenado a muerte".

Con la aplaudida miniserie de cuatro partes 'Amor fraudulento' (Movistar Seriesmanía, desde el viernes, día 27), Ewing y Grady siguen demostrando que la realidad supera en intensidad a cualquier ficción. Difícil encontrar en cine o series a un estafador de la crueldad de Richard Scott Smith, un hombre que ha basado su economía en la explotación monetaria y psicológica de mujeres ávidas de compañía.

ROBANDO LAS DIGNIDADES

Durante dos décadas, esta versión deplorable de Richie Rich (así se hizo llamar alguna vez) se introdujo en webs de citas a la caza de víctimas con cierto perfil: mujeres ya de mediana edad, con una buena vida, pero tampoco demasiado buena, bastante solas y vulnerables, a las que seducir con promesas reiterativas de afecto y prosperidad. Como en Estados Unidos no existe una base de datos unificada para los matrimonios, podía estar casado con varias a la vez, siempre y cuando las esposas no fueran del mismo estado. Tras robarles cuenta y dignidad, desaparecía sin dejar rastro.

La historia no difiere, en apariencia, de la contada por el pódcast 'Dirty John' y la primera temporada de la serie antológica de igual nombre. Pero hay una diferencia esencial: en aquel caso, la mujer engañada, una decoradora de interiores llamada Debra Newell, no iba a quedarse sin dinero fácilmente, porque estaba forrada. Las protagonistas de 'Amor fraudulento' pueden perder todo lo que tienen (e irse de vuelta a casa de sus padres ancianos) para que un sociópata se agencie una nueva moto.

LAS VERDADERAS HEROÍNAS

Y sí, las hemos llamado protagonistas. Aunque el proyecto nació de la fascinación de Ewing y Grady por los estafadores, aquí no se convierte a Smith en objeto exótico, en alguien digno de fascinación. Sobre todo, vemos a un personaje mezquino. Las heroínas son ellas, mujeres a las que se da tiempo para contar su historia, recuperar su dignidad y denunciar un sistema policial y judicial que (recordemos la serie 'Creedme') tiende a relativizar los abusos ejercidos sobre la mujer.

La primera en hablar es Tracy, cuyo romance fulminante con el supuesto Mickey, un "tipo majo con camisa", "piloto", "muy religioso", recuerda la entrevistada, cogió por sorpresa e inquietó a unas hijas que pronto quisieron averiguar la verdad. A la busca de posibles pistas, una de ellas irrumpió en el camión del novio y encontró lo que no quería encontrar (o sí): documentos que parecían indicar que Mickey podía no ser Mickey.

Un engaño así marca de por vida, pero las víctimas empezaron a sentirse menos solas y a curarse mutuamente a través de un blog que abrieron para buscar pistas sobre este criminal poco perseguido. Ese blog fue el que llevó a Ewing y Grady a querer rodar la serie. Las cineastas querían echar una mano: ayudar a que el drama de esas mujeres se convirtiera en 'thriller' de persecución y venganza.

ALTA TENSIÓN

En su búsqueda del estafador, las víctimas y las directoras cuentan con la ayuda inestimable de un personaje que merece 'spin-off' propio, historia de orígenes y lo que surja: Carla Campbell, la única mujer cazarrecompensas del Condado de Johnson (Kansas), decidida a tirar abajo a un mal hombre detrás de otro después de sufrir las palizas de su primer novio.

Con su entrada en la trama, el drama cede paso progresivamente a un 'thriller' de tensión máxima. Los planos fijos embrujadores, esas visiones casi fantasmagóricas de la quietud y soledad de la América profunda, se convierten en imágenes de cámara oculta o fragmentos de persecución cámara al hombro. A lo largo de todo el metraje, enriquecen el componente visual los colajes de técnica mixta del fabuloso artista Martin O'Neill, animados por Andrew Griffin. Esas visiones psicodélicas y enrevesadas son la única forma posible, o casi, de introducirse en la laberíntica mente de Smith. Pero no, no dejemos que este hombre nos fascine del todo.