Emma Suárez es un valor seguro. Ya, desde sus inicios, supo enamorar al público con su talento y, por qué no decirlo, con su atractivo. Ahora, en su madurez, sigue siendo una prioridad de los directores y siempre está a la altura del reto que se le propone. Un buen ejemplo es su último filme, Una ventana al mar, donde ofrece una interpretación mesurada, emocionante y conmovedora que la sitúa desde ya mismo en una de las favoritas para, como mínimo, una nominación en los principales premios del año.

Interpreta a María, una mujer a la que diagnostican un cáncer de colon que requerirá un especial tratamiento. Antes de iniciarlo y, en contra de la opinión de su hijo (Gaizka Ugarte), decide hacer un viaje a Grecia en compañía de unas amistades como tenía previsto. Su trayecto la llevará hasta la isla de Nisyros donde recuperará la felicidad y conocerá a un humilde viejo lobo de mar (Akilas Karazisis) que la cuidará y la tratará con un cariño que echaba a faltar. El filme, que fue presentado en el Festival de San Sebastián, es una coproducción hispano-griega que combina el castellano con el inglés y el griego y se rodó a lo largo de seis semanas en Bilbao, en la capital griega, Atenas, y las islas de Nisyros y Kos. Su director, Miguel Ángel Jiménez, nos cuenta otras anécdotas del filme.

-El origen de la historia. En el verano de 2013, tres meses después de haber perdido a mi madre, víctima de un cáncer devastador, me encontraba subido a una scooter en la isla griega de Nysiros. El sol estaba a punto de ocultarse en el mar y yo estaba bajando la ladera de una montaña. Pensé en la suerte que tenía de estar allí, en los lugares que había recorrido gracias a mi trabajo. Recordé que mi madre, en una ocasión, especuló con la posibilidad de dejar el tratamiento y me pidió que la llevara lejos, muy lejos. Todo quedó en nada. Sé que Nisyros le habría encantado.

-Nisyros, inspiradora. La verdad es que la historia pertenece a la isla. Allí la imaginé por primera vez. No será la más bella de las islas griegas pero para nosotros es el mejor lugar del mundo porque rebosa una paz y una autenticidad, una belleza sobria, que hace que parezca abarcable, un paraíso real y posible. Solo puedo estar agradecido por conocer a esas gentes y saber que conozco un lugar donde refugiarme.

-La luz de la película. La luz es dorada y crepuscular al comienzo de la película. Al igual que se escucha al principio el Réquiem alemán de Brahms y parece que la evolución visual va a conducir a un discurso "europeo" sobre la inevitable tragedia. Sin embargo, cuando María llega a Grecia, la luminosa vocación del espíritu de la película hará que la pantalla se suavice y brille gradualmente con poco contraste.

-El estilo. Creo que los encuadres y los movimientos de la cámara son fundamentales para construir el discurso visual. Aún pienso que la cámara pesa una tonelada y se necesitan 20 hombres para posicionarla. El punto de vista y las composiciones son el ancla que siempre me une a la belleza y sobriedad de los cineastas que más admiro.

-Simplemente Emma. He tenido la inmensa suerte de contar con Emma Suárez como protagonista principal. Me gustaría que su sonrisa quedara impresa en nuestra retina cuando cerramos los ojos. De la misma manera que el sonido del mar y el eco de esta bella y sencilla historia, espero que acompañe a los espectadores por mucho tiempo de camino a casa. María se rebela contra su enfermedad y la tragedia a la que el destino la ha condenado. Es valiente, es nuestra heroína, una persona normal que descubre su capacidad de seguir su instinto para intentar reescribir su final, poniendo su fe en el amor y la vida. Siento que la vocación de la película es esperanzadora.

-La elección del actor griego. El personaje de Stefanos es el de un hombre excepcional, pero quería que fuera de verdad. En su barco, con sus cicatrices y al igual que la isla, está lleno de franqueza, luz y una ternura ruda que conecta con ella en ese lugar indescifrable del alma. Él, como la isla, ofrece un abrazo sincero y posible. Akilas Karazisis, el actor griego que escogimos es un artista brutal y me ofrecía la posibilidad de encarnar un tipo auténtico, digno, tierno. Vaya, a veces en la vida son este tipo de personas las que hacen que se pueda continuar.

-La casa, una protagonista más. La casa de Stefanos es de una pareja de ancianos muy amables, Kostas y Sofía. Kostas fue carnicero en Kos, una isla cercana. Cuando les alquilamos la casa para el rodaje, estaban muy sorprendidos. Yo les decía que eran tan afortunados de vivir en la que a mi parecer es la mejor ubicación del mundo. Tan humildes, tan afortunados

-En familia. Los niños de la peli son Martín, el hijo del director de fotografía, y Alicia, mi hija. Quería que el último momento de la película ofreciera una bonita esperanza y me gusta pensar que ellos serán los herederos del atrevimiento y la valentía de María, nuestra protagonista.

-Una escena de submarinismo. Es una tradición casi olvidada en Grecia pero todavía quedan algunos tipos que lo hacen. Fue maravilloso ver el proceso, la localización de la esponja en el fondo marino, la inmersión a pulmón. Qué privilegio poder rodar aquello!

-Un adiós de verdad. El momento de la despedida final del hijo y la madre, Gaizka Ugarte y Emma Suárez, se rodó en varios días ya que no podíamos disponer del enorme ferry para nosotros, así que el contraplano donde el hijo se va es totalmente real. De hecho el actor se fue de verdad, cuando acabó estaba solo, emocionadísimo y rodeado de extraños. Se fue hasta la isla más cercana, Kos y volvió al día siguiente.