Suele decirse que el historial de palmareses inexplicables acumulado por el Festival de San Sebastián a lo largo de las décadas responde a un problema culinario; que el buen juicio de los miembros del jurado suele verse nublado por la oferta gastronómica de la ciudad y la sucesión de digestiones pesadas y modorras y déficits de atención derivados de ella.

Es una conjetura maliciosa y en absoluto apoyada en datos objetivos, y aun así resulta tentador usarla para analizar la lista de premios anunciada este sábado sobre el escenario del Kursaal. Que las dos películas triunfadoras hayan resultado ser 'Pacificado' y 'La trinchera infinita' resulta simplemente cuestionable; que entre las dos hayan acaparado nada menos que cinco galardones del palmarés es un sinsentido.

Segundo largometraje del norteamericano Paxton Winters, producido por Darren Aronofsky, la nueva Concha de Oro a la Mejor Película funciona como variación de un arquetipo narrativo de probada eficacia: el del hombre defectuoso que trata de dejar atrás una vida de crímenes pero que se ve imposibilitado para hacerlo por culpa del entorno, en este caso las favelas de Río de Janeiro. A los ingredientes argumentales que le vienen determinados por ese escenario -drogas, armas, asesinatos innecesarios, brutalidad policial-, Winters añade otros propios de telenovela como maternidades irresponsables, embarazos prematuros, relaciones casi incestuosas, suicidios y hasta enfermedades mentales.

La relativa solvencia con la que logra que semejante guirigay narrativo se le vaya de madre tiene su mérito, pero aun así es difícil de entender que el jurado encabezado por el cineasta irlandés Neil Jordan haya considerado necesario otorgarle otros dos premios más, Mejor Dirección de Fotografía y Mejor Actor. Este último, concedido al intérprete de teleseries Bukassa Kabengele, es quizá el más indiscutible de los tres.

Éxito exagerado de 'La trinchera infiita'

Lo cierto es que buena parte de las quinielas daban por hecho que ese galardón iría a parar a Antonio de la Torre gracias a su trabajo en 'La trinchera infinita', pero a la película vasca los jueces le tenían reservada una recompensa mucho mayor, y del todo desmesurada.

Sobre ella hay que reconocer que exhibe maneras de obra trascendente, tanto a través de su tema -los llamados topos de la posguerra- como de varias de sus decisiones narrativas -una cronología de tres décadas, varias escenas oníricas, un metraje excesivo-; pero los directores Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi en última instancia se muestran menos interesados en explorar asuntos carnosos que en un repetitivo melodrama familiar de época que recuerda a un tipo muy particular de ficción televisiva española. Y, pese a ello, a ellos han ido a parar los galardones a la Mejor Dirección y al Mejor Guion. Una exageración, decimos.

Un palmarés con pocas mujeres

Obviamente una película nunca debería ser premiadas en base al sexo de quien las dirige. Dicho esto, la selección de títulos presentados a competición en esta 67 edición del certamen incluía nada menos que seis ficciones dirigidas por mujeres, y un palmarés con alta presencia femenina no solo habría servido para rubricar el compromiso del festival con la búsqueda de la paridad de género; también habría hecho justicia a lo visto en el concurso. También en ese sentido, por último, el jurado se ha mostrado más bien despistado.

De entrada han concedido el Premio Especial del Jurado -segundo galardón en importancia- al nuevo trabajo de la francesa Alice Winocour, 'Próxima', una película de ínfulas feministas pero que cae en el tipo de discurso sexista que se jacta de condenar.

Asimismo, han incluido dos películas más dirigidas por mujeres en el palmarés pero para darles solo medio galardón a cada una: Nina Hoss, protagonista de 'The Audition', y Greta Fernández, protagonista de 'La hija de un ladrón', han compartido el premio a la Mejor Actriz.

Y por último han ignorado por completo a la que quizá haya sido la mejor de todas las obras a competición, 'Rocks', de la británica Sarah Gavron. Tal vez los responsables del festival deberían ir pensando en mantener a sus jurados a pan y agua.