1917

1917 Dirección: Sam Mendes

Reparto: George MacKay, Dean-Charles Chapman, Colin Firth, Mark Strong, Benedict Cumberbatch

Título original: 1917

País: Reino Unido-Estados Unidos

Duración: 119 minutos

Año: 2019

Género: Drama bélico

Estreno: 10 de enero del 2019

En otro de sus habituales requiebros temáticos y estilísticos, el director de 'American beauty' y los dos últimos títulos estrenados de la saga James Bond, 'Skyfall' y 'Spectre' -que ya abundaban en malabarismos con la cámara-, brinda un relato de guerra sin hazañas bélicas, filmado en un único plano-secuencia digital -que en realidad son dos, ya que hay un corte a negro justo a la mitad del metraje que rompe la noción de tiempo real- y con el punto de vista de un videojuego. Se trata pues de convertir la angustia bélica en una experiencia epidérmica que el espectador sienta de manera inmediata y directa, como si estuviera a los mandos de una partida de 'Grand Theft Auto' u otros videojuegos similares en primera o tercera persona.

La decisión de Sam Mendes entraña sus riesgos. El plano-secuencia (utilizado en los últimos años de forma considerable: 'La casa muda', 'Victoria', 'Utoya: 22 de julio', 'Birdman') puede llegar a ser muy traidor, ya que lo virtuoso de su representación quizá esté por encima, en interés, de aquello que se quiere contar: la eterna disputa entre el fondo y la forma. Es bastante grande la tentación de fijarse más en esa forma, esperando a veces un fallo en la continuidad en tiempo real de la cámara -aunque ahora, con el digital, se puedan hacer planos-secuencia 'falsos'- o estando más pendiente de su habilidad técnica que de las peripecias de los personajes filmados.

Sin embargo, más allá del valor técnico-dramático y la extraordinaria forma de componer en movimiento del director de fotografía Roger Deakins, la verdad es que '1917' es una de las películas que más y mejor justifica el empleo de un único plano-secuencia, ya que su uso está en consonancia con la sensación tan directa y brutal de comunicar la congoja del combatiente en tiempo real, sin respiro, sea en las angostas trincheras o campo a través, entre alambradas de púas, rodeado de cadáveres de hombres y animales, dentro de un cráter horadado por un obús, perdido entre las ruinas de una ciudad bombardeada o cayendo por los rápidos de un río.

La historia es mínima. Lo que importa es la experiencia del viaje que le sirve a Mendes para reflejar una guerra -la primera contienda mundial- sin épica alguna, con más fango que gloria, sin héroes ni villanos. Dos soldados británicos deben recorrer una zona al descubierto para avisar a un destacamento de que no entre en combate, ya que los alemanes les han tendido una trampa. Dos horas dura el viaje, y en ese tiempo agobiante uno de los protagonistas introduce su mano herida en las entrañas de un soldado muerto, una rata inmensa en busca de comida provoca una explosión, un avión derribado cae fantasmalmente sobre los protagonistas, una muchacha francesa se esconde en otras entrañas, las de una casa destrozada, con un bebé que no es suyo -en la única secuencia que desentona, demasiado forzada en todos los sentidos- y en un bosque se recogen los combatientes para escuchar una bella canción y olvidar, por unos instantes, que no están en guerra.

Los furiosos 'travelling' frontales y laterales dentro de las trincheras recuerdan, por supuesto, a los realizados por Stanley Kubrick en 'Senderos de gloria', pero no hay mejor forma, entonces y hoy, para mostrar el desamparo y la indefensión de aquellos que van a morir, o quizá salir victoriosos pero maltrechos, sin saber exactamente la razón por la que deben hacerlo. '1917', o la guerra sin gloria alguna.