Los límites entre el periodista, el cronista de un tiempo y el escritor convergen en Luis Herrero (Castellón, 1955), que este viernes presenta en el Club Palasiet de Benicàssim su última novela, Dejé de pronunciar tu nombre, que narra la historia de Carmen Díez de Rivera, hija de la marquesa de Llanzol y el ministro de Franco Ramón Serrano Suñer, que, en contra de su destino, fue musa de la Transición tras renunciar a un amor prohibido a los 17 años, con el que era su hermano sin saberlo, una herida que marcó el resto de su vida. El libro del que fuera director de Mediterráneo en 1980 y 1981 y ahora alma máter de En casa de Herrero, en EsRadio, ya va por su tercera edición.

--‘Dejé de pronunciar tu nombre’ hace alusión a la renuncia de la protagonista a su amor adolescente, pero sirve de excusa para hablar de la Transición. ¿Cómo fue esa historia y esa época de la historia en España?

--Más bien me sirve de coartada. En Carmen Díez confluyen dos circunstancias que desde el inicio me fascinaron y me atraparon, como son que fue testigo directo, efectivamente, de ese primer año de la Transición como jefa de gabinete de Adolfo Suárez, pero también por la historia personal, muy poderosa e imbatible desde el punto de vista literario. Lo tiene todo: amor, desamor, destierro, regreso a casa, crecimiento personal... pero siempre el recuerdo de lo perdido.

--¿La llegó a conocer?

--La conocí, sí, pero de pasada. Nos saludamos en alguna ocasión, pero no llegue a tratarla.

--Una mujer noble, pero con amigos en la contra izquierdista y hasta comunista de la España posfranquista... Y muy amiga del entonces príncipe Juan Carlos.

--Tenía una gracia personal que atrapaba y ella pertenecía al círculo de jóvenes aristócratas del entonces príncipe. Fue educada pare ser un clon de su madre, la marquesa de Llanzol, con todas las facilidades y oportunidades en la vida, que se truncaron al conocer que su padre lo era también de su enamorado. Fue una joven de grandes convicciones y en esa época marcó su vida. Ella se rompe a los 17 años, lo deja todo, se va a África y se refunda como persona. Cuando vuelve a España, el después Rey le ayudó, primero como amiga, con la que flirteó, como una pieza a abatir. Ella nunca quiso. Pero él la introdujo en el palacio de la Moncloa, donde fue determinante como puente entre las dos Españas, con la oposición clandestina. Era fascinante, irrepetible.

--La historia de sus padres, la marquesa de Llanzol y Ramón Serrano Suñer, se ha mediatizado tras la novela de Nieves Herrero llevada a la pequeña pantalla como ‘Lo que escondían tus ojos’. ¿Ya le han tentado de la televisión o del cine?

--No. Nadie se ha puesto aún en contacto conmigo ni con la editorial... Yo me conformo con que vamos por la tercera edición y eso quiere decir que está gustando.

--En Benicàssim, en el Palasiet, juega en casa, este viernes (19.30 horas). ¿Prepara algo especial?

--Haremos una presentación distendida, espero que con más que amigos, pero sí, en casa. Para mí tener en agenda la vuelta a Castellón este fin de semana me da la vida. Soy inmensamente feliz en Benicàssim y procuro venir cuando puedo. ¿Qué tiempo hace?

--Un poco ventoso, pero da bueno para el fin de semana. ¿Hablará también de la política actual?

--De aquellas circunstancias a estas hay un mundo. En aquellos tiempos, el objetivo común fue unirse por una salida democrática a España. Y ahora nos preocupa más lo que nos divide.