Devendra Banhart, el trovador que, con álbumes como Rejoicing in the hands (2004), Niño rojo (2004) y Cripple crow (2005), vino a encabezar la ola del weird folk o folk neopsicodélico estadounidense, ha asentado su carrera más allá del efecto sorpresa, como certifica su reciente Ma, el disco que trae este jueves a Razzmatazz, dentro del Cruïlla Primavera, concierto con las entradas agotadas. Banhart habla con este diario en su fluido castellano de acento venezolano, influjo de su madre y de su infancia transcurrida en Caracas.

¿Qué sensaciones le está transmitiendo la puesta en escena de Ma?Conocemos las canciones muy bien y eso nos permite disponer de un espacio para improvisar, y esa improvisación es una aventura, porque a veces no funciona y es un desastre, y a veces nos lleva a lugares nuevos. Tiene que ver con la energía de cada escenario. No sabemos lo que va a pasar. Nos da miedo y nos inspira a la vez.

Eso, ¿siempre le ha ocurrido, o es algo nuevo?Me pasa más ahora, porque conozco mi instrumento un poquito mejor. Ya llevo 20 años tocando y tengo un grupo en el que todos saben tocar menos yo. Así que es perfecto.

¿No sé considera un músico con todas las letras?No me considero nada en particular.

El título del disco, Ma, alude a madre pero es también una palabra japonesa.Ma en japonés es una palabra filosófica que significa espacio, y eso me dio una dirección en el disco. El espacio, en la música, es el silencio, que equivale a la página en blanco, y el sonido es la manera en que la llenamos.

¿Cree que hoy la música está demasiado llena de notas, sonidos o pistas de producción?Tenemos una tendencia a llenar todo el espacio, y yo mismo todavía no he logrado utilizarlo de la manera que yo quiero. Y el silencio es tan importante como las notas. El espacio entre las notas es fundamental. El disco lo empezamos a grabar en Kioto, en un tempo budista, pero en general tiene más que ver con Venezuela que con Japón. Es una expresión de gratitud a la música, porque el mundo nunca fue un lugar bueno, de paz, ni paradisíaco. Siempre ha habido horror, y mi vida se volvía también oscura, pero de repente me di cuenta de que oía música, admiraba el arte, y me interesaba porque me abría la perspectiva. La música es un lugar de refugio maternal.

¿Acusa el pesimismo que se advierte en la geopolítica?Especialmente la situación en Venezuela, y siempre la del Tíbet, que sigue siendo de una gran injusticia. El mundo se pone oscuro, y claro que me afecta. En este momento solo puedo rezar. Rezo para que Maduro, de una manera que no sea agresiva, ni violenta, salga del poder. Creo que difícilmente ocurrirá, porque ningún dictador admite serlo y renuncia al poder, pero rezo por ello, porque tenga un momentito de conciencia y vea que esto tiene que cambiar, porque la gente se está muriendo. Pero Rusia y China y Cuba están con Maduro, y Europa está con Guaidó. Yo estoy con Guaidó, pero la situación es complicada y no tiene nada que ver con los venezolanos.

¿Le inspira más confianza Guaidó que Maduro?Responder a esa pregunta es una locura para mí. Pero Guaidó está intentando hacer lo que puede y me parece que tiene mucho coraje. Si va a Caracas, verá que la energía, la vibración, están reprimidas; es algo que se siente en el ambiente. Lo hace la dictadura. Si no se ha vivido en una dictadura se puede entender. Es una experiencia, algo físico. El combustible es el miedo, y eso me da muchísimo coraje. Por eso siento respeto por Guaidó. Pero la gente debería comportarse como humanos, aunque sé que suena naíf. Soy un idealista, porque creo que los políticos deben comportarse como humanos, y los humanos, como corazones.

"Qué porcentaje de gente con hambre / es necesaria pa que algo cambie", se pregunta en 'Abre las manos', una canción en castellano.En este álbum le canto a mi madre, Venezuela, que está sufriendo tanto y no la puedo ayudar, porque soy el hijo, soy un bebé.

En el disco está presente el relevo generacional, el tránsito de padres a hijos, una conciencia del ciclo vital.De círculo, sí, todo siempre cambiando. Para mí se manifiesta cantando de cosas que de verdad me dan miedo, que son las que no quiero explorar y las más interesantes y hasta divertidas.

¿La muerte?El gran misterio de nuestra mortalidad, y la experiencia de seguir vivo después de perder personas que eran literalmente tu familia, la familia que tú escoges. Esos amigos con los que tienes una conexión más kármica y que sientes más como tu familia que tu familia propia. Perderlos te deja huérfano, y ese dolor es interesante, porque todo el mundo va a conocerlo, y la gente que no lo conoce y la que lo conoce tratan de ayudarse, pero en verdad es un dolor íntimo.

Haber crecido en Venezuela, ¿le ha hecho más consciente de que la música es más grande que el pop y el rock anglosajones?Todo eso me trajo mucho dolor, porque yo venía de Venezuela y no era totalmente estadounidense, y no me sentía aceptado, y me sentí en una especie de limbo. Me dolió mucho, pero un poco de tiempo después pensé que gran regalo, tener los pies en diferentes mundos!.

Decía que grabó en un templo de Kioto. ¿Qué le atrae de la cultura tradicional japonesa?Que es una cultura transpersonal. Hay tanta dignidad, y tanta delicadeza, y elegancia, en las cosas más simples, como comprar un paquete de chicles, o las más altas, como la ceremonia del té. Hay tanta atención al detalle, pero nada tiene que ver contigo: es transpersonal. Estás en un mundo donde todo se convierte en arte, en una manera de comunicar, en una oportunidad para estar presente, y esa presencia... no se encuentra en nuestro mundo. Porque nosotros vivimos en un mundo en el que todo es distracción: en el ascensor suena música, en el restaurante se oye techno, en las calles te están tratando de vender mil cosas. En Japón hay mucha distracción también: el cruce de Shibuya, en Tokio, es un supermundo donde todo es mira, mira, mira, compra, compra, compra... Pero en su cultura hay una tradición de estar presentes y de hacer amigos con el silencio que me parece increíble y muy rara en este mundo.

Kantori ongaku, ¿tiene algo que ver con la Yellow Magic Orchestra?Haruomi Hosono, de la YMO, que es un gran héroe mío, tiene una canción que es toda en japonés excepto una parte en inglés que dice las palabras country music, y yo, como un homenaje muy sutil, hice esta canción en inglés excepto esas palabras, que significan lo mismo, música del campo. Eso es todo, porque la canción no tiene nada que ver con la YMO.

En Will I see you tonight? interviene Vashti Bunyan, una cantautora británica que después de su primer álbum, de 1970, hoy de culto pero en su día ignorado, desapareció durante más de tres décadas de la mirada pública. ¿Le inspira pensar que la música puede no serlo todo y que podría tener una vida al margen de ella?Es interesante, pero no lo sé, porque para mí, desde jovencito, siempre fue importante escribir al menos una cosa cada día. He tenido otros empleos: he trabajado en Starbucks, he lavado platos y he estado reponiendo productos en un supermercado, pero seguía escribiendo todos los días. Cuando escribo me traslado a otro mundo. En cuanto a Vashti, es para mí el arquetipo de la sabiduría materna a partir de la idea filosófica de encontrar la fuerza en tu vulnerabilidad. Es una persona tan fuerte que encuentra así su fortaleza. Cuando yo empezaba y todo eran rechazos, tenía a Vashti para consolarme. Era como una madre musicalmente, y luego se convirtió en mi amiga. Y qué bueno que siga escribiendo y que la gente lo aprecie. Es tan raro eso... Es como lo de Kendrick Lamar: tan, tan famoso, y tan increíble. Es muy raro. Casi nunca pasa. La gente se da cuenta de que ahí tiene auténticas joyas.

Ma es un disco de ambiente cálido y acogedor. ¿Cómo espera llegar a sus oyentes en un club como Razzmatazz?Gracias. Cuando uno toca, que la gente hable mucho no es lo mejor del mundo, aunque cuando nadie habla también es un poco raro: te sientes desnudo. Nosotros disponemos de mucho repertorio y la selección tiene que ver con la energía del lugar en el que tocamos. El gran trabajo es estar abiertos a la energía que llega de la gente, si es melancólica, tranquila, o pura rumba y fiesta, que es cuando tocamos cancioncitas para bailar un poquito.