Uno de los grandes estrenos de la semana es Yuli, la nueva película de Icíar Bollaín, la directora de Te doy mis ojos y El olivo. Está basada en la autobiografía de Carlos Acosta, un bailarín cubano que no quería dedicarse a la danza pese a que tenía un talento innato. La insistencia de su padre y el trabajo incansable de sus profesores le llevó a seguir esta carrera y a convertirse en uno de los grandes de este arte. El filme fue rodado en La Habana y en Londres, lo que supuso unas dificultades adicionales para la realizadora y, como consecuencia, la filmación estuvo repleta de curiosidades que nos explica la propia cineasta.

-Una preproducción huracanada. En La Habana nos pasó de todo ya desde el inicio. Cuando estábamos buscando localizaciones con la producción, la dirección de arte y fotografía nos pilló de lleno la llegada del huracán Irma. Vivíamos en una casa de alquiler y nos dijeron que nos fuéramos porque se iba a inundar. Nos hospedamos en un hotel y era terrible. Sonaban las ventanas y parecía que el edificio se iba a caer...

-Voluntarios contra la adversidad. Fuimos un poco rebeldes y no seguimos todas las instrucciones ya que nos asomamos a la puerta del establecimiento. La Habana estaba negra. Pero, pese a las adversidades, las calles estaban llenas de voluntarios por si acaso podían ayudar a alguien y nos impresionó. Con tan pocos recursos, los comités de barrio colaboraban y no quedo nadie atrapado.

-El día después. Al día siguiente debíamos ir a ver teatros para escoger uno donde rodar. Pero todo estaba inundando, parecía una zona de guerra. Sin embargo, la población se lo tomaba bien. Los niños estaban bañándose en los charcos como si fuera una piscina, la gente iba de paseo y buscaban pulpos. Al mal tiempo, buena cara.

-Patriotismo? Descubrimos que uno de los edificios del malecón estaba lleno de banderas cubanas ondeando. Pensamos que era una cuestión de patriotismo o para dar ánimos frente a la tragedia. Se lo pregunté a uno de sus responsables y me contestó: No, mi hijita, es para que se sequen

-Sin medios pero con voluntad. Rodar en Cuba es difícil porque tiene pocos medios, pero siempre nos lo resolvían. Por ejemplo, la escuela de ballet que sale en la película no existe. Es una casa que hemos recreado, pero para ello necesitábamos montar una tarima de madre de 6 por 8. Necesitaron tres meses porque, tras el huracán era aún más difícil encontrar el material. Solo pudimos hacer una y la trasladábamos cada vez que teníamos que cambiar de estancia. El equipo cubano fue brutal, cada día flipaba con ellos.

-El casting infantil. Empezamos buscando niños bailarines pero a todos les faltaba una chispa. Así que lo hicimos a la inversa, buscamos primero al niño y luego le enseñamos a bailar. El chico que escogimos (Edlison Manuel Olbera Núñez) vino al casting solo porque su madre vivía fuera y al padre le parecía una pérdida de tiempo. Era muy espabilado y ese fue uno de los factores por lo que lo seleccionamos.

-Doble cuerpo. El niño está doblado. La escena en la que los pequeños bailan breakdance, imitan a Michael Jackson o hacen el robot fue creada por un profesor cubano que les hizo una coreografía fiel a la época a todos. Edlison la hizo entera pero aprovechamos la gorra para bajarla un poco en algunos momentos y que fuera otro chico que bailaba mejor. No sabía bailar demasiado, pero al final aprendió un montón.

-El Carlos joven. En el otro caso era imposible hacerlo así porque necesitamos un bailarín que interpretara. Buscamos en el Ballet Nacional y acabamos seleccionando a uno que trabajaba en la compañía de Carlos Acosta, Keyvin Martínez. Actualmente, está en España buscando trabajo.

-Buscando un padre. Nos costó mucho encontrar a alguien para el personaje del padre porque allí hay muchos pocos actores negros de esa edad. Miramos entre directores teatrales o músicos y, finalmente, encontramos a Santiago Alfonso que fue el coreógrafo y director del espectáculo Tropicana durante 20 años.

-Amateurs y profesionales. Los personajes masculinos del filme son todos amateurs, sin embargo, los femeninos son todos profesionales. Por ejemplo, la actriz que interpreta a la maestra, Laura de la Uz que es toda una veterana.

-El protagonista no interfirió. Carlos no participó en absoluto en el guion, entre otras cosas porque está ocupadísimo. Dirige y baila, vive entre Gran Bretaña y La Habana. Pero tiramos de su autobiografía. Nos dijo que no iba a interferir ya que entendía que lo suyo era bailar y lo nuestro, el cine. Pensó en hacer las coreografías pero tampoco pudo y acordamos que escogiera a una artista que tuviera un estilo acorde y así se incorporó María Rovira.

-La proyección sorpresa. A Carlos le vimos poco, los días de rodaje y poco más porque no tenía mucho tiempo. Cuando ensayábamos lo grababa en vídeo y se lo enseñaba a Carlos. Cuando vio la película le impactó porque solo había visto sus escenas y la descubrió como cualquier otro espectador.

-En casa de la santera. La vivienda que representa la casa de infancia de Carlos era, en realidad, de la santera del barrio y venía gente de todas partes para hablar con los espíritus. Nos hizo unos conjuros para que el rodaje fuera bien y estaba siempre allí mientras rodábamos hasta tal punto que, a veces y pese a todo el ruido, se quedaba dormida y no nos dábamos cuenta de que estaba en cuadro. Tuvimos que borrarla digitalmente porque nadie hubiera entendido quién era y qué pintaba allí.

-El recurso de la tele. Queríamos incorporar las imágenes de algunas actuaciones históricas reales de Carlos. El mejor recurso era hacer ver que la familia lo estaba viendo por la tele y eso justificaba que la imagen estuviera tan pixelada. Fue una licencia porque se transmitió en Cuba por la radio, no por la tele.

-La coreografía de una steadycam. El dúo de La bayadera fue alucinante porque el cámara bailaba con ellos. Previamente había grabado el ensayo y se lo miraba en el móvil para ver por dónde podía ir con la cámara sin tropezarse. La toma está montada toda sin cortes y no se podía repetir muchas veces. La emoción fue tal que, al acabar, se abrazaron los tres.

-Malos recuerdos. Hubo un momento muy emocionante, el rodaje del baile en el que Carlos recuerda la paliza que le dio su padre. A la tercera toma me advirtió que no quería hacerla más porque estaba haciendo un viaje emocional muy duro. Le convencí para que hiciera una última y la rodamos sin música para tener sus respiraciones. Todo eso la hizo más real todavía y terminó llorando de verdad. Estaba escrito en el guion que se emocionaba pero esp es algo que no se puede forzar.

-La presentación en La Habana. La premiere fue alucinante. Tuvo lugar en el Karl Marx, que tiene 5.400 butacas. Estaba lleno y había una cola enorme. La acogida fue inolvidable. La gente se reía y guardaba un silencio sepulcral en los momentos dramáticos o cuando se decían cosas que no se pueden decir en Cuba. Lo más bonito que me dijeron es que era una película cubana, no española. Hablaba de ellos y la sentían propia. Decían que su identidad y su cultura están bien representadas, que no parece hecha por alguien de afuera.