Donald Sutherland ha llegado a San Sebastián para recoger el Premio Donostia a toda una carrera y también para presentar su última película, Una obra maestra, en la que interpreta a un pintor que no quiere pasar a la posteridad. No será su caso como intérprete después de haber trabajado con algunos de los directores fundamentales de la historia del cine, desde Robert Aldrich (Doce en el patíbulo) a Federico Fellini (Casanova), pasando por Robert Altman (M.A.S.H.), Alan J. Pakula (Klute), Nicolas Roeg (Amenaza en la sombra) o Bernando Bertolucci (Novecento).

"Todas mis películas son como mis hijos y he tenido una relación maravillosa con todos los directores con los que he trabajado", ha comentado durante la rueda de prensa. Después de una pausa ha añadido: "Pero me encantó trabajar con Fellini".

El actor ha recordado sus inicios, cuando le dijo a su padre que quería hacer teatro cuando nunca había asistido a una representación en su ciudad natal de Saint John, en Canadá. Comenzó a curtirse sobre las tablas y a principios de los años 60 empezaron a llegarle papeles para series de televisión. Sus primeros pasos en el cine fueron en películas de serie B, aunque pronto comenzó a aparecer en cintas de prestigio que lo catapultarían a la fama gracias a su capacidad perturbadora de meterse en la piel de personajes repletos de ambigüedad moral.

El actor también es conocido por las nuevas generaciones gracias a su papel en la saga de Los juegos del hambre. Cuando leyó el guion consideró que era un vehículo ideal para politizar a los jóvenes, para darles energía y que se levantaran y lucharan. El actor de alguna forma también sigue haciéndolo. Se ha mostrado sensibilizado con el cambio climático y ha terminado su intervención al grito de: "La política de Estados Unidos es una mierda".