En tiempos del monoencaste, la homogeneidad en las maneras de embestir de la práctica totalidad de las ganaderías y la supremacía del toro edulcorado, ver una novillada como la que lidió toros de Pablo Mayoral ayer en Benassal, donde ensalzó las sempiternas virtudes del encaste Santa Coloma, fue una verdadera gozada y una reivindicación de uno de los problemas de la Fiesta.

La variedad en el comportamiento, la exigencia agradecida, esa bravura que obliga a estar despierto y que dota de importancia todo cuanto se hace, fueron algunas de las muchas virtudes que ofrecieron estos grises.

GRAN AMBIENTE

La lluvia obligó a retrasar una hora el festejo. Pero ni el mal tiempo impidió que se respirara un gran ambiente. Y es que, ya desde la mañana, la Escuela de Tauromaquia de Castellón, con sus alumnos al frente, calentaró el ambiente con una clase de toreo de salón y dibujo para los más pequeños. Así, sí. No hay mejor manera de promocionar la Fiesta que enseñándola a los futuros aficionados.

Este año ejerció de padrino Eugenio de Mora. El diestro toledano actuó frente a un novillo, mostrando esa experiencia y solera de los años. Se vio despierto y fresco de ideas, con la firmeza y la muleta poderosa que siempre lo han acompañado. Cortó un rabo. Junto a él, el otro triunfador de la tarde fue Jorge Rivera, que cortó dos orejas con un toreo de entrega máxima y recursos frente a un novillo enrazado y bravo. El otro representante de la escuela castellonense fue el Ceci que, con esos chispazos de clasicismo y gusto que atesora, no dejó indiferente a nadie. Sin embargo, esta vez no le entró la espada y perdió los trofeos de la suerte final.

Buenas sensación dejó Manuel Perera, de Badajoz, con detalles de torero bueno. Al malagueño Cayetano López se le vio poco placeado, mientras que el valenciano Javier Camps, de buen concepto, se gustó toreando. Estos dos últimos pasearon una oreja.