Es uno de los atractivos del plantel ganadero de la Feria de la Magdalena. Su presencia no queda relegada a un segundo plano, ni es mero complemento que acompaña a las figuras como materia prima de su éxito. La ganadería de Garcigrande, con peso propio en los carteles, dista mucho de ese tópico que soporta a sus espaldas el mal llamado toro de las figuras, denostado injustamente.

En el 2017 volvió a lidiar en Castellón tras trece años sin pisar este ruedo. Y llegó para quedarse, como demostraron en dos de las mejores corridas lidiadas en los últimos años, con animales para el recuerdo como Vicario con el que Talavante llenó de magia y embrujo aquella tarde del 2017 y al que le cortó las dos orejas. ¡Qué manera de embestir! O el mismo triunfo de Talavante y El Juli el año pasado, cuando el madrileño, muy vinculado con este hierro, conjugó la bravura de Heredero, un gran toro de pelo colorado que fue toda una explosión de casta, la misma que le devolvió Juli con una descarada faena repleta de emotividad. «Me gusta la forma de colocarse en la muleta, de ralentizarse, de que cuando más le aprietas, más bravura demuestra; que cuando le dejas suelto es capaz de pegarte una voltereta, incluso a veces con una oleada como si fuera de toro manso; que cuanto más guerra le plantees y le exijas, se venga más arriba. Eso es muy difícil de conseguir. Es un toro que te da mucho, pero es difícil, cuesta mucho. Es mi forma de entender la bravura». Así define su toro ideal Justo Hernández, el propietario de Garcigrande y Domingo Hernández, los dos hierros de la casa.

Sabor agridulce

La temporada pasada quedó marcada a fuego. El adiós repentino de su padre, Domingo Hernández, a falta de un mes de lidiar en Castellón, ensombreció de tristeza un año de muchas luces en las principales ferias, donde los de Garcigrande siguen siendo actores principales de las tardes históricas. Una de ellas, el contrapunto a tanto dolor, fue la del indulto de Orgullito en Sevilla. El mejor homenaje al padre, la consolidación de esta divisa.

«No nos sorprendió esa forma de embestir porque venía buscada e intuida desde hace tiempo. Y ese día apareció de la mano de un torero que la conocía y que la perseguía como un sueño en beneficio de su forma de torear, de esa tauromaquia que él lleva en la cabeza. Las manos de El Juli fueron la clave para entenderlo, ver los defectos, potenciarle las virtudes… y ser capaz de crear algo histórico», explica Justo sobre aquel día.

En Castellón volverán a encontrarse El Juli y Garcigrande, un maridaje perfecto. La gran figura del momento, con una tauromaquia poderosa, de sometimiento, donde la profundidad se eleva a lo más alto en perjuicio de la estética, ha encontrado el toro ideal con el que poder expresar su sentimiento, un animal con un fondo de bravura, con capacidad para venirse arriba, que emociona y exige mando. Ahí es nada.