A la entrada de su despacho, en un barrio de chalecitos de Madrid, tiene Gregorio Marañón Bertrán de Lis un cuadro que resume algunas de sus coordenadas personales: la tierra, la familia, la cultura. Se ve un caballero de la mano en el pecho que recuerda al Greco y a Toledo. Pero ese caballero, reinterpretado sobre lienzo por su hija Isabel, lleva un iPod en la famosa mano, y se ha puesto unos auriculares con los que podría estar escuchando la Traviata.

El nieto del doctor Marañón, presidente del Patronato del Teatro Real, académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando, consejero de Patrimonio Nacional, presidente de la Real Fundación de Toledo y dirigente de diversas empresas entre otros cargos, a sus 79 años ha publicado unas Memorias de Luz y Niebla (Galaxia Gutenberg) en las que relata y retrata citas, contactos, personajes, afectos, rupturas, charlas, vivencias de su paso por el Banco Urquijo, de la aventura editorial de Prisa, de la que fue consejero, de la construcción de la Transición, en la que fue parte de la argamasa, de las vicisitudes de una familia ilustrada cruzada como tantas por el drama histórico español, y de los cerros y valles de un paisaje empresarial y político del que lo que más valora es el esfuerzo por el diálogo.

Durante el confinamiento, encerrado tres meses en su casa toledana -la misma en que siendo un niño, una jornada de 1948, el doctor Fleming le tomó en brazos al pasar por allí a visitar a su abuelo-, Marañón se impuso una disciplina de escritor animado por el disfrute de la experiencia narrativa con susMemorias del Cigarral(Taurus).

"Venía ordenando textos desde hace dos veranos y al final, en el confinamiento, ha salido un libro que no son las memorias de una vida cerrada. La vida continúa; me siento mucho más volcado hacia adelante que hacia atrás", advierte mientras remueve los papeles que invaden su mesa de trabajo, algunos de ellos aquietados bajo un libro que anda leyendo, La España vacía, de Sergio del Molino, y otro que se dispone a empezar: Retaguardia roja, del historiador Fernando del Rey.

"Me ha interesado este libro tan especial explica-, porque es de un historiador prestigioso, que es progresista y que aborda los espantos en la provincia de Ciudad Real durante la Guerra Civil. Me parece que, cuando los asesinos y las víctimas de los dos lados sean nuestras, habremos encontrado la verdadera reconciliación que este país necesita".

- Le pregunto al nieto de un fusilado por el franquismo y al consejero de Patrimonio Nacional. El Valle de los Caídos espera resignificación. ¿Permitiría las exhumaciones que hoy exigen los hijos de republicanos enterrados allí?

- Por parte de Patrimonio se hará todo lo posible por facilitarlo, pero la identificación de los restos puede ser, en algunos casos, una tarea más que difícil.

- ¿Qué le pareció la gestión política de la exhumación de Franco?

- Conviene recordar que Franco deseaba ser enterrado con su esposa en el lugar donde ahora están sus restos. Es también cuestión de ejemplaridad democrática: el dictador no podía permanecer enterrado en un monumento público y, además, en el lugar más destacado, máxime cuando ese espacio debe simbolizar la reconciliación y no la guerra.

- Usted esperaba que cuando salieran sus memorias ya habríamos dominado la pandemia, pero solo estamos en la segunda ola. ¿Cree que llegará a verla dominada?

- No tengo ninguna duda de que lograremos dominarla, y lo más probable es que esto suceda entre junio y septiembre próximos. Entonces empezará la recuperación social y económica que, con las palabras de Churchill, requerirá sangre, sudor, lágrimas y trabajo. Pero también se logrará, más pronto que tarde.

- Es usted asesor de Cáritas, a la que las peticiones de ayuda se le multiplican con la crisis del covid el mismo año en que entraba en vigor el Ingreso Mínimo Vital. ¿Qué está fallando?

- La crisis es de tal magnitud que los parámetros tradicionales se quedan cortos.

- Lo primero que miramos los periodistas en su libro es su relato de la ruptura y salida de Prisa. ¿Se ha dejado mucho en el tintero? ¿Cuánto hay de ajuste de cuentas con Juan Luis Cebrián en esos párrafos?

- En el libro no hay ajustes de cuentas, entre otras razones porque no soy rencoroso. Por Juan Luis Cebrián tengo un sincero afecto que viene de lejos, y le considero, obviamente, como uno de los mejores periodistas de mi tiempo. Otra cosa son los errores que han afectado al devenir de Prisa que, de alguna manera, tienen que aparecer en el relato para que sea comprensible.

- Participó usted en la gestación y el crecimiento de El País, un gran diario español. Hoy la prensa vive la peor crisis de su historia, en parte por la competencia de las redes sociales...

- El problema es el exceso de información no contrastada, y, peor aún, de fake news. Y, para esto, a mi juicio, una de las medidas más necesarias y acuciantes es acabar con el anonimato en las redes, acabar con la impunidad ante la difamación y la mentira.

- Ese fenómeno hace presidentes como Trump o Bolsonaro, y lleva a ganar referéndums a opciones como el Brexit. ¿La Transición habría sido posible con jaurías extremistas organizadas en Twitter, TikTok o Facebook?

- Prefiero no imaginarlo.

- Sus memorias cuentan encuentros de reducidos grupos de personas que influyen en el devenir de España. ¿Grandes decisiones de nuestra historia económica y política se resuelven todavía hoy en cenas de personas influyentes?

- Pensar que la Transición fue posible porque un reducido grupo de personas se reunieran en torno a una mesa y un mantel distorsiona profundamente lo que supuso aquel tiempo. Una gran parte de quienes hicieron la Transición militaron en una clandestinidad que comportó la prisión y el exilio. Lo que sí es cierto es que el diálogo, afortunadamente, no se hacía como ahora, a golpe de titulares de prensa o de discursos parlamentarios. El diálogo precisa de un grupo reducido, etimológicamente dos personas, que puedan hablar y escucharse, sin sobreactuar para sus públicos. Eso será así, antes, hoy y siempre. En una democracia, luego hay además que convalidarlo a través de los órganos constitucionales y políticos pertinentes.

- Es usted uno de esos protagonistas de la Transición que deploran de los políticos de hoy su actitud de "vociferante agresividad", como la califica en su libro. ¿Se está apagando el espíritu del 78?

- La polarización que vive la política no es un fenómeno únicamente español y es siempre indeseable. El régimen del 78, no lo olvidemos, es esencialmente la democracia que se logró tras una cruenta guerra civil y cuarenta años de dictadura. Como demócrata quiero creer que nuestro sistema democrático no está en riesgo, aunque es evidente que algunos movimientos políticos legales propugnan su desaparición. Nunca olvido que en la Puerta del Sol de Madrid, el 15 de mayo de 2011, el cartel más grande que la presidía mostraba una inmensa urna rota con un rótulo que decía "la urna es nuestro problema". Evidentemente, para un verdadero demócrata la urna no es nunca el problema sino la solución.

- Su abuelo Gregorio funda la Agrupación al Servicio de la República. ¿Sería necesaria hoy una entidad como esa?

- Como demócrata me parece evidente que no. La monarquía de 1930 había apoyado la dictadura de Miguel Primo de Rivera, mientras que la monarquía actual terminó con la dictadura franquista.

- ¿O quizá más bien una Agrupación al Servicio de la Monarquía, dadas las circunstancias?

- Para mí apoyar la monarquía no es más que apoyar la Constitución democrática de 1978. Y, afortunadamente, nuestro sistema constitucional puede defenderse por sí solo.

- ¿Qué impresión le producen las revelaciones que se están conociendo sobre las finanzas del rey emérito?

- Si finalmente se confirmaran estos hechos, serían condenables. Pero no olvidemos nunca la aportación del Rey Juan Carlos a la reconciliación de las dos Españas, a la instauración de la democracia y a la recuperación de nuestras posiciones internacionales.

- Aconseja a los políticos no apartarse de la cultura del pacto. ¿Forma parte de esa cultura acordar con Bildu el apoyo a los presupuestos?

- Por supuesto, muchas veces la mejor política se inicia con un pacto. En cuanto a Bildu, que es un partido democrático, el problema es otro. Los asesinatos cometidos en la democracia sólo pueden condenarse, y los familiares de las víctimas deben recibir, como mínimo, el consuelo del arrepentimiento de los asesinos. Me sorprende que algo tan evidente tenga que recordarse una y otra vez: que, en democracia, para defender nuestras ideas no es legítimo asesinar al que piensa de otra manera.

- Defiende desde 2011 una reforma de la Constitución que cierre nuestro modelo territorial. ¿Piensa en un Estado decididamente federal?

- Los políticos deberán pactar lo más conveniente, y los constitucionalistas darle forma. En 2011 se habían producido sendas reformas constitucionales en Alemania y Canadá, que en su momento puse como ejemplo. Necesitamos de un Estado fuerte, que pueda defender los intereses de todos y los principios de igualdad; también de una Administración Pública cercana a los ciudadanos, y eso implica descentralización. Y, finalmente, hay unos sentimientos nacionalistas que conviene integrar en el ámbito del Estado español. Pero estas generalidades son las mismas de 1978, que políticos y constitucionalistas tendrán que actualizar.

- ¿Cree necesaria esa armonización fiscal de la que se habla?

- Esa idea ha estado vigente en este gobierno y en el anterior. En 2017, Montoro creó un comité de expertos para estudiar una armonización fiscal. Desde el punto de vista de la equidad habría que buscar el punto intermedio entre la centralización fiscal absoluta y los paraísos fiscales locales.

- Le pregunto al exdirigente del Banco Urquijo, testigo de una de las primeras grandes fusiones bancarias. Hoy asistimos a la primera de la época covid, la de Caixabanc y Bankia, solo un poca antes de que se haya parado otra entre BBVA y Sabadell. Se anuncia el cierre de miles de oficinas. ¿Quién gana y quién pierde en las grandes fusiones?

- Que se sanee un sector económico fundamental, como es el sistema financiero, interesa a todos, aunque muchas veces ese saneamiento, a corto plazo, implique pérdidas de puestos de trabajo que nadie desearía. Lo que hace falta, sistémicamente, es que las personas que se vean afectadas cuenten con las necesarias contraprestaciones.

- Ha habido un momento de esta conversación en que nos hemos parado a recordar aquel día de julio de 2019 que el Teatro Real sacó a su coro a cantar la tonada de los gitanos de Il Trovatore, por sorpresa, de incógnito, entre la gente que compraba en un Corte Inglés de Madrid. Aún revisa usted el vídeo con orgullo en su móvil. ¿Llegará algún día a ver una ópera en prime time de la televisión?

- Conviene pretenderlo, pero para eso sería muy bueno que hubiera canales culturales. Bueno, de hecho La 2 retransmite algunas de nuestras óperas, incluso en directo...

- Y Montserrat Caballé y Luciano Pavarotti fueron fenómenos de cultura popular, más allá de la élite

- Y Plácido Domingo, y Carreras El esfuerzo nuestro es sacar la ópera a la calle. Los tres próximos años lo vamos a intentar con un plan especial que saca a la ópera del contexto elitista.

- ¿Cómo se hizo el Real con el director artístico del Liceu, Joan Matabosch? ¿No es como si el Real Madrid fichara a Messi?

- No quisimos hacer una OPA hostil al Liceu; naturalmente, contamos con su visto bueno previo. Ciertamente, el fichaje de Joan Matabosch ha sido excelente y decisivo para el devenir artístico del Teatro Real. Fue una decisión que tomamos tras entrevistar y considerar a otros candidatos de carácter internacional. Y es que Joan tiene esa talla, y el Teatro Real deseaba que su proyecto artístico, que comenzó Gerard Mortier, pudiera ser una referencia en Europa.

- No son buenos tiempos, en cualquier caso: los creadores de artes escénicas y musicales languidecen en su peor crisis desde los años 40.

- Desafortunadamente es así, pero no es una crisis sectorial, sino general. Como considero que la cultura tiene un valor estratégico para nuestra sociedad, conviene que se aprueben medidas específicas de apoyo. Nos queda por delante aún un año muy difícil, que hay que abordar con las máximas garantías sanitarias, con un inmenso esfuerzo colectivo y con las necesarias ayudas públicas.