"En la pantalla del televisor, Greta Gerwig empujaba a su amiga contra unos arbustos como parte de algún juego", escribe Sally Rooney en la recta final de su gran novela 'Conversaciones entre amigos'. Es un gesto y una imagen puramente Gerwig, casi perfecto resumen de la clase de personaje que solía encarnar. Mujer 'millennial' de la primera ola, de espíritu semiadolescente, transparente en cada momento, sin miedo a admitir su confusión. Equivocarse no es para tanto.

Gerwig ensayó ese arquetipo en el marco del movimiento 'mumblecore': un grupo de directores independientes, muy independientes, que invertía presupuestos ínfimos en la captura en cine o vídeo baratos de las tribulaciones vitales de veinteañeros indecisos. Esos personajes hablaban por los codos, pero la duda les llevaba a balbucear más que vocalizar. De ahí la etiqueta 'mumblecore': 'mumble' significa 'mascullar' en inglés.

Su revelación (alternativa) llegó en el 2007 con 'Hannah takes the stairs', protagonizada y escrita por ella misma y dirigida por Joe Swanberg. Aunque a veces se habla de 'Lady Bird', que le valió una nominación al Oscar a la mejor dirección (solo fue la quinta mujer en recibir esa distinción), como primera película de nuestra heroína, ya en el 2008 codirigió con el mismo Swanberg 'Noches y fines de semana'.

CONEXIÓN BAUMBACH

El emblemático director indie Noah Baumbach, al que debemos la reciente (obra maestra) 'Historia de un matrimonio', la quiso como ligue bastante más joven de Ben Stiller en la reivindicable 'Greenberg'. Un año después, en el 2011, Gerwig y Baumbach establecían una relación tanto creativa como sentimental. Juntos escribieron los guiones de 'Frances Ha' (2012) y 'Mistress America' (2015): la primera, todo un vehículo para la particular expresividad de Gerwig; la segunda, coprotagonizada por ella y Lola Kirke.

Pero Gerwig estaba obstinada en hacer sus propias películas, y sin 'partenaire' masculino, a ser posible. 'Lady Bird' reveló, en el 2017, a una artista que de vacilante tenía poco. Certero retrato del tránsito a la vida adulta y las relaciones que cambian, o se pierden, o, sobre todo, se aprenden a valorar por el camino, este dulce drama iniciático confirmaba la existencia de una autora.

LAS OCTAVAS 'MUJERCITAS'

Tras el éxito de la película, Gerwig se encontró con la posibilidad de hacer lo que quisiera. Y así se decidió a filmar el que había sido su libro favorito durante la adolescencia, 'Mujercitas', aunque ya hubiera otras siete adaptaciones al cine; las mejores, la de George Cukor de 1933 y la de Gillian Armstrong de 1994.

¿Cómo hacerla necesaria? Por ejemplo, actualizando sus ritmos (acelerando los diálogos) y haciendo añadidos para resaltar la necesidad de la creatividad femenina y las historias sobre mujeres, ya sean cotidianas o épicas. Es fácil verlo en sus películas, también en entrevistas o apariciones: Gerwig quiere aportar luz al mundo, nada más que eso. Primero relativizó la duda. Ahora quiere ser inspiración.