Jean Seberg murió hace ahora 40 años, a finales de agosto de 1979. El cuerpo de la actriz se descompuso en una calle parisina, dentro de un coche, durante 10 días antes de que la policía francesa lo descubriera. Al lado del cadáver había un bote de barbitúricos y una nota de suicidio. París era la ciudad con la que Seberg estaba más estrechamente asociada. La cinefilia la recuerda en la magistral ópera prima de Jean-Luc Godard, 'Al final de la escapada' (1960), con su camiseta blanca estampada con el logo del 'New York Herald Tribune' y bailando por las calles con Jean-Paul Belmondo.

La suya es una de las carreras más extrañas que se le recuerdan a una intérprete estadounidense. Había conseguido lo que parecía el pasaporte al estrellato de Hollywood con solo 19 años, cuando Otto Preminger la escogió para encarnar a Juana de Arco en 'Santa Juana' (1957), pero la película resultó ser un fracaso estrepitoso. Y casi inmediatamente, de forma sorprendente, la chica de la América profunda se convirtió en la musa de la 'Nouvelle Vague' francesa.

En todo caso, el biopic 'Seberg' no presta atención prioritaria a esa trayectoria. Presentada este viernes fuera de concurso en la Mostra, se centra en la relación fatal que mantuvo con el gobierno de su país. Días después de su suicidio, el FBI admitió haber planeado arruinar la reputación de la intérprete como parte de su programa de contrainteligencia, Cointelpro. A ojos de esa organización, el crimen de Seberg había sido participar en el movimiento por los derechos civiles, que se tradujo en generosas donaciones al partido de los Panteras Negras. Asimismo, la actriz mantuvo una relación adúltera con uno de sus miembros, Hakim Jamal, primo del activista Malcolm X. Como rememora la película, en 1970 el FBI difundió el rumor de que Seberg estaba embarazada de Jamal con el fin de destruir su imagen que el público estadounidense tenía de ella -la actriz sí estaba embarazada, pero Jamal no era el padre-. El plan funcionó, y ello la sumió en la depresión que casi una década después resultó en su muerte.

En efecto, el hostigamiento del FBI precipitó tanto el derrumbe de su vida privada como el declive de su carrera. Dejó de prestar atención a su aspecto, cayó en el alcoholismo y se sumió en un estado permanente de paranoia. A finales de la década de los 70, ya había caído en el olvido. Sin embargo, su muerte sirvió para recordar al público su mala suerte en Hollywood y el trato abominable que había sufrido a manos del FBI. Ahora que vuelve a la pantalla encarnada por Kristen Stewart, es probable que su talento sea redescubierto.