Jake Kasdan no ha salido a su padre, Lawrence, el director de Fuego en el cuerpo. O quizás el retoño ha querido poner distancia de por medio dirigiendo en los últimos años películas que en nada se parezcan a las de su padre. Como las dos secuelas de Jumanji. La segunda, la que nos ocupa, no cuenta nada que no estuviera en la otra. Juega con la comicidad musculosa de Dwayne Johnson, con la estridencia de Jack Black, la acción fantástica en el interior del videojuego y un par de secuencias bien resueltas que elevan la función por encima de la rutina: la de los mandriles en los puentes colgantes y la del zepelín.