Álvaro Urquijo integra una de las míticas bandas que marcó la nueva ola de los años 80. Los Secretos se hizo un hueco en la escena nacional refugiándose en un estilo propio, atemporal y melódico, casi rasgueando el country, con el que han escrito algunas de las mejores canciones en este idioma. Hoy el grupo está De vuelta con Mi paraíso (2019) en un trío acústico de guitarra, piano y voz para conquistar al público de Castelló (22.00 horas, Mar de Sons) con uno de sus directos más íntimos.

-- Bienvenidos de nuevo a Castelló. ¿Qué encontrarán los oyentes en este formato acústico adaptado al covid-19?

Es un placer actuar aquí. Vamos a presentar un trío acústico de piano, guitarra y voces Jesús Redondo, Ramón Arroyo y yo en el que tocaremos clásicos y canciones del nuevo disco, Mi paraíso. Tenemos que seguir en forma y cuidar la cultura, aunque haya que adaptar las propuestas.

--¿Qué mensaje transmite este nuevo trabajo?

Es una queja reivindicativa. Los hábitos de consumo han cambiado. No me gusta lo que suena en la radio, ni lo que ponen en la tele. Lanzamos Mi paraíso como elección de quedarnos con lo que nos gusta, nuestro paraíso musical, tomando nuestras propias decisiones.

--¿Cómo esperáis ese reencuentro con el público castellonense?

Lo cogemos con ganas, yo tengo un buen amigo cuya familia es de Xert y hemos venido mucho. Me encanta dar paseos por el campo y los arroces, por supuesto. Es una provincia que reúne lo mejor de la costa y lo mejor del interior.

--Vuestra música tiene sello propio desde la década de los 80. ¿Cuáles son las teclas que pulsáis para crear temas intergeneracionales?

Nunca hemos hecho discos porque sí, para adaptarnos a una generación. La música no tiene edad, es libre, sin fecha de caducidad. No necesitas seguir las tendencias. Nosotros no hemos vendido nunca más de 100.000 copias pero llenamos los directos, y creo que es por el boca a boca , la sensibilidad y porque no teníamos mucha competencia.

--¿Os mostráis optimistas respecto al futuro del sector?

Sí. Vamos a pelear por que la música no pare, porque cuando no había nada, había cultura. Más de 200.000 personas viven de ello.