Lupita Peckinpah tenía doce años cuando falleció su padre, Sam Peckinpah. Apenas lo conoció, su relación con él fue tan esporádica que, cuando lo tenía delante se sentía enojada por sus constantes ausencias. Por eso su figura siempre ha sido contradictoria para ella: por una parte, fue el gran amor de la vida de su madre, la actriz Begoña Vargas, después de que se conocieran durante el rodaje de Major Dundee (1965), pero por otra, tuvo que lidiar con la tormentosa relación de sus progenitores y el sentimiento de orfandad paterno.

De algunas de esas cuestiones tan íntimas habla en primera persona Lupita Peckinpah en el documental Peckinpah Suite, que estrena este sábado el canal TCM, un homenaje al director de cine, pero también un acercamiento emocional a un hombre solitario que se recluyó en las áridas tierras de Montana cuando ya no quiso saber nada más de Hollywood.

Para mí ha sido un ejercicio difícil remover toda la historia de mis padres, recuperar todos esos recuerdos, cuenta Lupita Peckinpah durante su visita a Madrid. Pero me pareció un proyecto muy especial en el que me sentí en todo momento muy cuidada.

Y es que el nivel de exposición al que se enfrenta resulta muy comprometido. En el aire resuenan preguntas como ¿fue Sam Peckinpah un buen padre?, ¿era tan conflictivo como aparentaba o solo era una persona iracunda de cara a la galería?

No, mi papá era así. Un hombre muy críptico, muy huraño, cuando lo mirabas a la cara te intimidaba. Quizás por esa razón a su alrededor se creó toda una leyenda negra: que tenía episodios paranoicos ocasionados por el abuso de drogas y alcohol, que dormía pegado a una pistola y que su habitación estaba llena de balazos. Todo eso sin contar las continuas disputas con los estudios para los que trabajaba, un clásico a lo largo de su trayectoria.

"Sus hijas eran sus películas"

Mi padre estaba casado con el cine, y sus verdaderas hijas eran sus películas, así por ellas era capaz de hacer cualquier cosa, continúa Lupita. Al principio era algo que no entendía, pero con el tiempo poco a poco me he dado tiempo de que eso forma parte también de mi propia historia.

Lupita Peckinpah también ha terminado trabajando en el cine, pero en el departamento de vestuario. Ha aprendido a valorar las películas de su padre intentando desligarse de los vínculos sanguíneos y reconoce que su favorita es La pandilla salvaje, como se dice en México Grupo salvaje, y alguna de su primera etapa, en especial Ride the High Country (1962). Era un director de cine muy visceral, muy auténtico, por eso creo que tuvo tantos problemas. No sé cómo hubiera encajado su cine en la actualidad, pero creo que se atrevió a plasmar la violencia de una manera muy cruda que ha servido como fuente de inspiración a muchos creadores. ¿Qué valora Lupita Peckinpah del cine de su padre? La gente puede hablar de la técnica, del uso de la cámara lenta pero creo que lo más importante es que tenía la capacidad de crear imágenes que se te quedaban grabadas en la cabeza.