La búsqueda de una verdad íntima y personal gracias a Ordesa, 100.000 ejemplares vendidos, puso a Manuel Vilas en ese raro lugar de los escritores literarios que saben hablarle a la gente de tú a tú. Consecuencia directa de aquel libro es 'Alegría', otra crónica confesional, con la que ha quedado finalista del Planeta. Y sí, ese narrador del que habla Vilas es el propio Vilas.

¿Imaginaba que 'Alegría' iba a acabar dándole esta alegría?

(Ríe) Es verdad. Jamás pensé que el título iba a ser la definición perfecta de mi estado de ánimo actual.

¿Se podría decir que la novela es la cara B de Ordesa?

Son novelas independientes. Quien lea 'Alegría' no tiene por qué haber leído 'Ordesa' y viceversa. Ahora bien, el narrador es el mismo o es una consecuencia directa de aquel narrador. Como curiosidad, digamos que en esta novela un recurso cervantino que la une a la anterior.

¿Un recurso cervantino?

El protagonista va de ciudad en ciudad hablando de un libro que ha publicado y se encuentra con gente que lo ha leído y lo comenta, exactamente igual que ocurre en la segunda parte del Quijote. Se podría decir que también es una invocación a los fantasmas porque el narrador que ha escrito un libro sobre ellos logra que sus padres fallecidos vivan en éste.

¿Es esta una novela de redención?

Es más bien una novela de serenidad y equilibrio y una apuesta por el sentimiento de alegría que me parece atávico y primitivo. Lamento que lo hayamos dejado de lado porque socialmente hemos preferido optar por la felicidad como una especie de obligación.

Sigue hablando de la familia.

Si en Ordesa era un hijo el que hablaba, en 'Alegría' es un padre. Creo que la familia sigue siendo el sitio donde todavía hay un orden humano, donde lo humano no está mercantilizado. Es un sitio a resguardo del capitalismo general que rige las relaciones profesionales, las relaciones de amistad e incluso las de pareja. Pero eso no entra en los vínculos entre padres y madres con hijos e hijas. Veo ahí una pureza biológica.

¿Qué ha sido del Vilas más juguetón y gamberro, regresará?

No, ese ha desaparecido en combate. Vamos, que murió en la segunda guerra mundial. De todas formas, cuando escribí Ordesa pensé que ahí no había humor, pero algunos lectores me hicieron ver que sí, que era posible reírse en algunos momentos de esa historia tan dramática. Creo que en Alegría va a pasar lo mismo.

¿Con ese tema y esa intención no era un poco arriesgado presentarse al Planeta? Es decir, ¿qué hace un escritor como usted en un premio como este?

No he escrito una novela comercial en absoluto. Pero si en el Planeta quieren dar un giro literario en estos momentos no vamos a ser los escritores los que nos opongamos a eso. Tenemos la obligación de servir a la literatura desde donde estemos. No me parece bien desperdiciar la capacidad que tiene el Premio Planeta para llegar a un público amplio por pruritos de la naturaleza que sean.

Dígame que al recoger el premio pensó en sus padres.

Por supuesto. Claro que pensé en ellos. Ese hilo de comunicación con los muertos que tiene tanta gente es algo maravilloso. Lo he comprobado gracias a 'Ordesa'. Es algo que me da esperanzas y hace que me reconcilie con el género humano.