Wallace Roney (Filadelfia, 1960), uno de los trompetistas más brillantes de su generación, murió el martes tras varios días ingresado en un hospital de Nueva Jersey. Para bien y para mal, la bendición de Miles Davis le acompañó el resto de su vida. Dueño de una técnica impecable, llegó a Nueva York a finales de los años 70 para formarse de la mano de los veteranos. Fue alumno de Woody Shaw y a mediados de los 80 entró en las filas de los Jazz Messengers de Art Blakey, la gran escuela por la que pasaron las primeras figuras del jazz norteamericano durante décadas, y trabajó a las órdenes del batería Tony Williams. Pero la figura que marcó su carrera fue Davis. Se conocieron cuando Roney tenía 23 años en un concierto de homenaje al legendario trompetista. Roney tocaba ese día con un instrumento prestado, y cuando Davis lo supo, le regaló uno de los suyos. Era 1983. Durante esos años Roney se hacía un nombre en la escena, pero quedaba algo tapado por las dos jóvenes estrellas de la trompeta que aparecieron justo antes que él, Wynton Marsalis y Terence Blanchard.

Su gran momento llegó en 1991, cuando participó casi por accidente en el acontecimiento jazzístico de la década, el concierto que Miles Davis dio en el festival de Montreux. A Roney le habían contrataron solamente para sustituir a Davis los ensayos. Pero a petición de Miles, a última hora acabó compartiendo escenario y protagonismo con él. El bajista Carles Benavent, que participó como invitado en aquel concierto, fue testigo de privilegio de ese encuentro. Me sentaron justo detrás suyo, en segunda línea del escenario. Y recuerdo que Wallace Roney estaba muy pendiente de Miles, ayudándolo con indicaciones sobre las partituras, tocando los arreglos para que Miles pudiera ir más suelto, recuerda Benavent.

El concierto catapultó a Wallace Roney a la fama, y tras la muerte de Davis en 1992, los antiguos miembros de su quinteto ficharon a Roney para una banda de tributo con la que Roney ganó su único Grammy. ¿El nuevo Miles?, se preguntaban los titulares de la prensa de esos años. Para el trompetista Raynald Colom, que conoció a Roney en el 2006 y le trató en varias ocasiones, el sambenito es injusto. Claro que tenía cosas de Miles. Pero lo que hizo fue tomar esos conceptos y llevarlos hacia adelante. Por ejemplo, en el disco 'Village' (1996), lo que hace es algo totalmente nuevo. Y sus líneas melódicas no tienen nada que ver con las de Miles, argumenta Colom, que recuerda a Wallace Roney como un músico absolutamente entregado y muy generoso con los más jóvenes. Si veía que eras serio con la música te daba toda la información. Y apostaba por músicos jóvenes. !La cantidad de gente que ha salido de sus grupos!.

Roney no renegó nunca de la influencia de Miles Davis, pero hizo su propio camino. Publicó una veintena de discos a su nombre bien enraizados en la tradición del jazz moderno pero con la mirada puesta cada tanto en el hip-hop o el funk. Trabajó con figuras como Chick Corea o Michael Brecker, y tuvo en la pianista Geri Allen, con quien estuvo casado 13 años, a una de sus más estrechas colaboradoras. En 2014, otra leyenda, Wayne Shorter, confió en él para estrenar partituras que había escrito para Miles Davis durante los años 60.