A Natos y Waor les rodeaban unas pocas decenas de chavales en algún parque de Madrid hace más de una década. En un corrillo, con una lata o ‘litrona’ de cerveza como batuta, empezaban a rapear, a escupir versos frente a quien se quisiera animar a participar en una conversación de rimas. Allí se conocieron los dos integrantes del que seguramente es ahora el grupo más dominante del rap español. Entonces sus nombres, Gonzalo Cidre y Fernando Hisado, empezaban a mutar a Natos y Waor, alias con los que firmaban sus grafitis.

Muchos años después han podido producir ellos mismos un documental, ‘Underground Kings’ (lanzado en Movistar+ y ya disponible también en Youtube), para explicar su historia, sus inicios y el largo camino recorrido: de improvisar para decenas de desconocidos compañeros de parque y rimas a reunir a 11.000 fieles en el Palacio de Vistalegre de Madrid en abril del 2018. "Fue la guinda del pastel de todos estos años, la culminación", cuenta Natos. Y añade: "Nos pareció un hito suficientemente importante para utilizarlo de excusa para contar toda nuestra trayectoria. Y así darle la oportunidad a la gente que no nos escucha desde el principio de entender mejor cómo ha sido la evolución del grupo".

Hablar de ese día, dice, le pone la piel de gallina. Más quizá ahora que, con la música en directo en estado crítico, el grupo se encuentra parado en cuanto a directos después de que el pasado verano más de 20 fechas se les fueran al traste. "Nuestro show requiere de un público de pie", zanja sobre los formatos de la situación sanitaria.

Vistalegre supuso un hito no solo para ellos, sino también para la música independiente, algo que siempre han abanderado. "Decidimos mantenernos al margen de las discográficas porque entendemos que nadie va a ponerle el mismo amor ni el mismo cariño que nosotros", expone Gonzalo, argentino de nacimiento. "No solo fue un orgullo enrome llegar ahí, sino hacerlo de manera independiente", añade.

Casas okupas, plataformas de despegue

Dos ideas surfean todo el documental: sin parques ni casas okupas habría Natos y Waor. En los primeros se curtieron. En las segundas cultivaron su rap y una pequeña pero muy fiel base de seguidores. En un pequeño estudio de la casa okupada La Trava pudieron grabar un par de maquetas. Allí también había un espacio para presentar sus temas en directo. "Toda la vida les vamos a estar agradecidos, nos ayudaron a empezar a posicionarnos", recuerda.

"De esos años me quedo con la inocencia, el ir descubriendo cosas nuevas todos los días y también el pasarlo de puta madre, era 100% diversión, no había responsabilidad. Ahora le debemos un respeto a nuestro público y ya no podemos subir a un concierto olvidándonos las letras, vomitando en el escenario… hay que ser más serio", explica mientras repasa episodios vividos.

Y en esa época de despreocupación, una primer trofeo: la maqueta ‘Por la jeta’ (2011), número uno en el portal especializado Hip Hop Directo. "No teníamos ninguna expectativa y la gente de esa página convirtió en número esa maqueta medio mal grabada de dos desconocidos", valora. Años después conseguirían con su último disco, ‘Cicatrices’ (2018), un número uno en el total de ‘streaming’ en España. "Cada uno tiene su parte especial, pero esta es una medalla bastante guay porqué ahí sí que te estás peleando con toda la industria musical, internacional", esgrime.

Su carrera es una retahíla de aciertos, de buenos golpes. Un ascenso meteórico que no renuncia a sacar lustre a la casilla de salida. "Del 'undreground' nos queda la esencia y que, por mucho que seamos un fenómeno de masas, lo somos sin aparecer en la tele, en la radio, sin que te estén obligando a comer nuestra música 24/7", defiende. Y se autoanaliza: "Somos auténticos, y eso la gente lo percibe. Gente normal. Al público le es más fácil identificarse con un chaval cualquiera que con una superestrella. Y hemos trabajado duro". Aquí pocas o ninguna casillas les queda por avanzar. "Abrir hueco en Latinoamérica", vislumbra.