No era de noche aún y el sol brillaba con fuerza en un mayo irregular. De día, todavía, la Nit de l’Art asentaba sus reales a lo largo y ancho de la ciudad una hora antes de lo habitual (19.00), lo que supuso una mayor animación en cada uno de los espacios y recintos, tanto cerrados como al aire libre, que ofrecieron más de 90 propuestas entre creaciones e instalaciones artísticas, actuaciones musicales, performances, canto coral, proyecciones, talleres creativos... transformando Castellón en una gigantesca sala de arte y un monumental espacio de conciertos de todas las clases de músicas y pentagramas.

A las clásicas galerías (Cànem, Pictograma, NH Mindoro, Tenda d’Art Porcar, Luis Edo y Zona 3, las dos últimas las más alejadas del centro urbano, con sus composiciones e instalaciones artísticas), y a los enclaves culturales ya consolidados, se unían esta vez como sedes de manifestaciones de arte el palacete de la Casa dels Caragols, sede de la Dirección Territorial de la Generalitat valencia en Castellón, la docta casa del instituto Francisco Ribalta en el aniversario de sus primeros cien años de vida, o el flamante Menador Espai Cultural, en la plaza Huerto Sogueros, entre otros.

RECUERDO // Y, en cada gesto y palabra de la Nit de l’Art, el recuerdo permanente a la figura del pintor Lorenzo Ramírez, tristemente desaparecido 24 horas antes. Se le homenajeó en los talleres y proyectos artísticos de la calle Mealla; se le rindió tributo en La Bohemia, con una exposición de laminas, o el realizado por la versátil pintora Sara Lloret en su estudio de la calle Alloza, y que en su Facebook mostraba su tristeza y admiración por el artista.

Y la calle, como espectáculo. Así el transgresor Pepe Agost, de vuelta a su ciudad tras sus prolíficos años en París, se atrevía con una procesión-performance que, partiendo de la ermita de Sant Roc y atravesando la iglesia de San Miguel llegó hasta la plaza Mayor en una suerte de Requiem de taronger. La noche más larga de arte atravesaba la madrugada y finalizó ya en sábado.