Probablemente les pase igual que a mí: vivo con miedo a que mis hijos me digan «papá, dame dinero que me voy al Arenal Sound». Probablemente les pase igual que a mí: mucho me tendrían que pagar para pasar una semana durmiendo a ratos en un cámping comunal, comiendo lona y pasando calor infernal, andando kilómetros bajo el sol, andando más kilómetros ya sin sol, encadenando cansancio, colas y botellón, y sonriendo encima después en las stories de Instagram. Probablemente les pase igual que a mí: cada vez ocurren más cosas que no lograré entender jamás.

Y qué. Hace un par de años me encargaron un reportaje sobre el fenómeno Arenal. Con mi audacia habitual lo titulé El fenómeno Arenal. Me aproximé a él envuelto por el prejuicio y la desconfianza. Ya se sabe: cómo son los chavales de ahora, que solo piensan en fiesta, alcohol y sexo, no como nosotros que pensábamos en Kant, Hegel y la razón pura. El caso es que di una vuelta por allí y hablé con un tipo de la organización. Me dijo, como si nada lo dijo, que en ese momento salían cincuenta autobuses desde el Santiago Bernabéu.

Cincuenta autobuses son muchos autobuses, y estaban llenos, y no iban a ningún partido de fútbol ni a ninguna manifestación. Cincuenta autobuses directos al Arenal. Cincuenta en Madrid, veinte en Bilbao, otros tantos en Barcelona. Y ahora son más, unos doscientos. Resulta que nadie vertebra la Españita nuestra como el Arenal, que lo mismo programa a Taburete que a Los Chikos del Maíz.

En Burriana el sounder siente que forma parte de algo. De algo nuevo. Es un festival que escupe en la cara a la nostalgia. Es un festival del hoy, de lo inmediato, que no se hace preguntas ni plantea dilemas. Nunca mira atrás. Acierta y sigue. Se equivoca y sigue. Por el camino crece. Es el festival de la juventud: destila la belleza de lo efímero. Los sounders aún no saben que la vida adulta consiste en decir ‘ya quedaremos’ y comprar electrodomésticos. Ni siquiera lo sospechan. El Arenal es el primer festival de sus vidas. Después habrá más, pero como en el amor, primero solo hay uno.

Probablemente a ustedes les pase igual que a mí: sigo sin entenderlo del todo. Y qué. A ellos no les importa, es más, prefieren que no lo entendamos, porque entonces el festival es suyo, y no nuestro.